¡Hola peregrinos! Hoy os escribo por el día y no por la noche, como venía siendo habitual. Ahora mismo estamos en el autobús de vuelta a Madrid, adonde llegaremos a la hora de comer, y, si escucháis con atención, todavía podréis oír el griterío que vamos montando en el autobús... ¡¡OE OE OEEEE!! ¡¡OE OE OEEEE!! Sí... ¡lo conseguimos! Ayer por la tarde, sábado, llegamos a Logroño y concluimos el Camino de Santiago de 2007. Nos da un poco de pena a todos (aunque no lo parezca) porque la experiencia ha sido una gozada, pero siempre nos quedará el consuelo de que el año que viene habrá más... Ahora paso a contaros cómo fue la última y más larga de las etapas del Camino de 2007...
Empieza el último día de caminata...
El día ha amanecido soleado, aunque no nos fiamos demasiado visto lo sucedido en las jornadas anteriores... Hoy no ha habido sueños interesantes como ayer, solamente sesiones del archiconocido “serrucho”... Parece que al peregrino Juanma le está empezando a salir la primera ampolla (probablemente, más por las vibraciones de los ronquidos que por los efectos del propio camino) y le ayudo a ponerse un trozo de venda en el pie. Los demás no hemos pasado demasiados apuros en este aspecto, salvo alguna mínima rozadura y poco más. La verdad es que, después de todo, no nos podemos quejar porque Los 4 peregrinos hemos llegado hasta aquí en un estado bastante decente.
Bajamos a desayunar al comedor de este extraño hotel donde nos alojamos, en el que la recepción “desaparece” por la noche... Más vale que no tengas algún problema en horario nocturno, porque lo llevas claro. Aunque el comedor está medio vacío, tan solo hay una mesa preparada. Nos sentamos en ella y cuál será nuestra sorpresa cuando, al bajar a desayunar el matrimonio de Granada (que, nuevamente, compartía hotel con nosotros), les dicen que ya no les pueden atender porque no tienen mesa para ellos. Los pobres tienen que salir del hotel para poder desayunar cuando bastaba con limpiar cualquiera de las 3 ó 4 mesas que había libres: desde luego que no se van a herniar en el hotel, no.
Tras desayunar café con tostadas, mermelada y zumo, iniciamos la marcha. Por delante tenemos la etapa más larga de todas, 28 kilómetros, más o menos llanos pero con algún repecho. El día está soleado, de momento, y la temperatura es bastante agradable. El camino en estos primeros kilómetros discurre por una pista de tierra que se pierde por verdes campos. El andar se hace muy cómodo.
Los primeros pueblos de hoy
Tras la primera hora de caminata aparecen, casi seguidos, los dos primeros pueblos de la etapa, Sansol y Torres del Río, separados por un kilómetro. Ambos cuentan con bonitas iglesias y en el primero de ellos hacemos una pequeña parada para colocarle mejor la venda del pie a Juanma, que le está molestando.
El pueblo de Torres del Río se halla en un alto. Cuando estamos subiendo por las calles del pueblo vemos que las nubes se tornan de un color negro amenazador. Comenzamos a aligerar el paso y no tardan en caer las primeras gotas del tormentón que se nos avecinaba. En esta ocasión sí que tuvimos suerte, porque a 20 escasos metros estaba el albergue de peregrinos del pueblo, donde nos refugiamos por espacio de media hora. ¡Nos libramos por los pelos!
Desde este albergue contemplamos la tromba de agua que caía en el exterior y aprovechamos para sellar aquí nuestras credenciales. También compramos algún bollo en una máquina expendedora y vimos que tenían fotos de otros albergues. Me llamó especialmente la atención una de un albergue castellano que disponía de "sala de roncadores". Me imagino lo que debe ser intentar pasar una noche ahí, con los rugidos que se tienen que escuchar...
Cuando cesó la tormenta, quedó un día claro y soleado y reanudamos la marcha. Ahora teníamos por delante un largo tramo deshabitado de 11 kilómetros hasta la población de Viana.
Camino de Viana
El tramo que nos conduciría hasta Viana transcurría por un camino rompepiernas con pequeñas bajadas y subidas. En algunas zonas el viento azotaba con fuerza y era realmente molesto. Hubo algún momento de incertidumbre cruzando un pequeño arroyo, en una zona especialmente embarrada, con el peregrino Juanma y su cámara pendientes de filmar una posible caída al agua que no se produjo. ¡Lo que nos hubiéramos reído! La verdad es que por aquí caminábamos más de guasa que de otra cosa... Se notaba que estábamos en la última etapa, e íbamos de parranda, como hacen los ciclistas en la última etapa del Tour.
Por cierto, que hoy Juanma ha vuelto a ponerse esa provocadora camiseta del Real Madrid que ya lució en el día de ayer. Por esta razón, hoy todos hemos tenido ocasión de ver algo insólito e inaudito: una camiseta del Real Madrid... ¡sudada! (juajuajuas).
Cuando llevábamos una hora desde que pasamos por Torres del Río empieza a verse, en el horizonte, la ciudad de Viana. El camino por aquí va muy cercano a la carretera, a veces por su propio arcén. Andamos y andamos, pero Viana se ve siempre igual de lejos. Empezamos a dudar de si no será un espejismo lo que estamos viendo porque da la impresión de no llegar nunca. Comenzábamos a notar realmente machacados los pies y ya no teníamos tantas ganas de juerga. Y eso que ni siquiera habíamos llegado a Viana, desde donde todavía restaban otros 10 kilómetros más hasta Logroño.
¡Por fin en Viana!
Al fin, un poco pasadas las tres de la tarde, entramos en la ciudad. Prácticamente no hay nadie por las calles. El Camino nos lleva a la parte antigua de Viana, que es realmente espectacular. Por todas partes se observan edificios grandiosos y blasonados. En uno de ellos está el albergue de peregrinos donde sellaríamos nuestras credenciales después de comer. El sonido de nuestros bastones y el entorno del lugar parecen trasladarte al medievo.
Pero era precisamente la comida lo que nos preocupaba cuando entramos en la ciudad. Se nos hizo bastante tarde, teníamos los pies muy fatigados y lo que más nos apetecía era encontrar un sitio donde comer y relajarnos un poco. Finalmente, casi a las tres y media vemos el bar Pitu, donde sirven comidas caseras a muy buen precio con varias opciones de primeros y segundos platos.
En este bar recuerdo que nuestro estado de relax alcanzó tal grado que nos pedimos unos buenos copazos de licor para acompañar el café. Nada más servirme una hermosa copa de pacharán me entra, por primera vez en toda la semana (que ya es raro en mi caso), la madre de todos los apretones. Necesito acudir urgentemente al WC y estrenar allí el rollo de papel higiénico, que para eso he cargado con él todos los días del Camino. Pero claro, tampoco estaba por la labor de dejar el pacharán solo con el hielo derritiéndose... Así que, ni corto ni perezoso, mi reacción instintiva es llevarme conmigo la copa de pacharán al WC. Las carcajadas de los otros tres peregrinos se oyeron hasta en Logroño... En el último momento, y por aquello de no dar más la nota, opté por dejar la copa en la mesa... Tuve que apurar la faena, bajo la presión de algún que otro impaciente que golpeaba repetidas veces la puerta para acceder al WC sin percatarse de que estaba ocupado; finalmente, conseguí beberme mi pacharán tranquilamente.
Tras este accidentado final de comida, reanudamos la marcha. Dimos una pequeña vuelta por el pueblo, sellamos las credenciales y enfilamos el camino a Logroño. Nueve kilómetros y medio más... y ¡se acabó!
El último tramo a Logroño se nos hace bastante pesado...
Nada más salir de Viana saltan las primeras alarmas... ¡Empieza a llover! La peregrina Laura se pone el poncho, pero los demás preferimos esperar porque tampoco se ve mucha intensidad en la lluvia. En efecto, pasados unos minutos cesa la precipitación.
Logroño ya se divisaba en el horizonte desde antes, incluso, de llegar a Viana. Esta parte del recorrido es especialmente monótona y recuerdo que se nos hizo interminable. A partir de Viana el paisaje cambia y se hace mucho más llano. Se percibe la presencia del Ebro.
La llegada al límite que separa Navarra de La Rioja supuso una primera celebración. Desde aquí nos quedaban tan solo 4 kilómetros para finalizar. Por fin, tras subir una cuestecita vemos a lo lejos las torres de la catedral... ¡Logroño ya casi puede tocarse! A las siete y media de la tarde entramos por el viejo puente de piedra sobre el Ebro y poco después pasamos delante del albergue de peregrinos de Logroño, donde sellamos por última vez las credenciales y damos por concluido el Camino de 2007.
Los deberes cumplidos, y... ¡a disfrutar!
Nuestro hotel está en pleno casco antiguo de Logroño, al lado de la calle del Laurel, zona de tapas y copas de la ciudad. Así que, tras registrarnos y acomodarnos mínimamente recorremos los alrededores y nos dejamos envolver por el ambiente. Aprovechamos para hacer alguna compra y pasamos la tarde-noche por allí, degustando las tapas y caldos de la tierra, cenando después en un sitio típico en la misma calle del Laurel, y tomándonos a última hora unos buenos (y merecidos) copazos de despedida. No nos importaba demasiado que tuviéramos que madrugar al día siguiente para regresar a Madrid.
Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de Clannad "Theme from Harry's Game")
De vuelta a Madrid
Pues ya estamos en el autobús, de vuelta a Madrid. Ha salido puntual, a las diez de la mañana, y llegará a la capital en torno a las dos y media de la tarde. Hemos desayunado en la propia estación porque a las 9 no hemos encontrado ni un solo sitio abierto en el trayecto desde el hotel. También hemos comprado allí alguna botellita de rioja y algún que otro recuerdo. Y mañana... a trabajar (ya es que ni me acuerdo de lo que es eso). Uf... ¡qué rollo!
Cuando lleguemos a Madrid tenemos pensado quedar algún día para ver las imágenes del Camino. Espero poder contároslo en lo que será el último artículo del blog del Camino 2007. ¡Buen Camino!
2 comentarios:
Hasta llegar a Sansol sufri por primera vez dolor de pies. Gracias a la inestimable ayuda de mis compañeros peregrinos que me ayudaron a colocarme unas vendas pude llegar sin problemas a Logroño.
Y bien feliz que llegaste... ¡Menudas risotadas que te pegaste, eh!
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