jueves, 30 de abril de 2015

CS2015 — Etapa 6 (Camino de Grandas de Salime)



¡Hola peregrin@s!

Esta noche os escribimos desde nuestro hotelito de Grandas de Salime, población asturiana situada muy cerca del embalse del mismo nombre, que hemos cruzado para llegar hasta aquí. La etapa de hoy nos ha traído desde Berducedo tras 21 kilómetros de recorrido, primero con descensos y luego con ascensos. Hemos tenido frío y lluvia al inicio de la etapa para dar paso luego a un tiempo más soleado con temperatura agradable.

La de hoy ha sido la tercera etapa que ha tenido un gran embalse como protagonista en la historia de Los 4 peregrinos. Primero fue el embalse de Portomarín, en aguas del río Miño, en la etapa con final en el pueblo lucense de Portomarín (Camino Francés, CS2011). Después vino el embalse de Yesa, sobre el río Aragón, en la etapa con final en la población navarra de Sangüesa (Camino Aragonés, CS2012). Hoy ha tocado el embalse asturiano de Grandas de Salime, sobre el río Navia, en este Camino Primitivo CS2015.

A continuación os contamos cómo ha transcurrido la etapa de hoy...

Desayuno en el albergue

Como ya os comentamos ayer, nuestro alojamiento de Berducedo se turna con el albergue a la hora de ofrecer comidas a los peregrinos. Por esa razón, el desayuno de hoy lo hemos efectuado a las ocho y media de la mañana en el cercano albergue de peregrinos.

Los apenas cien metros que separan ambos establecimientos los hemos recorrido bajo un cielo encapotadísimo. No llueve aún pero tiene pinta de que en cualquier momento cae la del pulpo. Además, hace algo de frío.

El albergue de peregrinos cuenta con una pequeña tienda de alimentación. Aprovechamos la ocasión para comprar unos plátanos para la jornada de hoy, que tan solo cuenta con una referencia intermedia donde se puede comer: se trata de un hotel situado junto al embalse, a 7 km del final de etapa.

Juanma sigue con la rodilla fastidiada y ha decidido caminar hoy sin mochila. La enviará por taxi hasta nuestro hotel de Grandas de Salime. Desde el albergue llamamos tanto al taxi para que recoja la mochila como al hotel de Grandas, para avisarles.

Cuando estamos a punto de recoger los bártulos para iniciar la etapa, podemos escuchar en la televisión del bar del albergue que, desde hace un mes, hay una peregrina norteamericana desaparecida por la zona de la Cruz del Hierro, cerca de Astorga, a la que están buscando...

Inicio de etapa con ponchos

A las 9 h, tras dejar en el taxi la mochila de Juanma con dirección a Grandas, iniciamos la marcha. Con ponchos. El ambiente es frío y muy húmedo pero, de momento, no llueve. Será por poco tiempo. Salimos del pueblo pasando cerca de la iglesia de Santa María, junto a la que crece un enorme tejo, árbol sagrado para los celtas debido a su gran longevidad.

Apenas unos minutos después ya estamos completamente fuera del pequeño pueblo de Berducedo. Por pistas y caminos forestales salimos a la carretera comarcal donde tomamos el arcén. Comienza a llover y lo hace con fuerza. También arrecia el viento. Nuestra marcha se ralentiza.



Los primeros kilómetros de hoy

Nuestra primera referencia de hoy es La Mesa, población aún más pequeña que Berducedo, distante de ella 4 km, y en la que, inicialmente, nos habíamos planteado concluir la etapa de ayer. Si no lo hicimos fue por falta de alojamiento aquí, ya que solo hay posibilidad de dormir en el albergue que, además, está cerrado en estas fechas. En La Mesa nos detenemos a las diez de la mañana por espacio de unos pocos minutos, a ver si para un poco la lluvia. En el pueblo sobresale la iglesia de Santa María Magdalena, del siglo XVII, pero sobre todo destaca el bonito entorno.

Tras La Mesa iniciamos un corto, lluvioso y ventoso ascenso —todavía por carretera— a una loma coronada por un parque eólico que apenas se deja ver por la lluvia y la niebla presentes en la zona. A duras penas pueden apreciarse las aspas de los molinos de viento girando con fuerza aunque el fuerte sonido que emiten delata su presencia.

Un pequeño descenso nos conduce a la aldea de Buspol y su capilla de Santa María, que es una pequeña construcción austera y bella en piedra y lajas de pizarra. Aunque la puerta está cerrada, a través de ella pueden vislumbrarse las tres coloridas tallas que componen el retablo.

Son las 11 h y comienza el largo descenso hasta el embalse de Grandas de Salime. La vista panorámica desde aquí es espectacular: la cuenca del río Navia con el lejano embalse a un lado, la población de Grandas de Salime al otro, un hermoso peregrino en medio y, al fondo, dominándolo todo, las montañas astur-galaicas.

En este momento me quedo definitivamente sin cámara de fotos. Las dos unidades de memoria que me traje desde Madrid están llenas y no puedo liberar más espacio porque, como recordaréis, no me funciona el visor desde el final de la etapa que concluyó en Grado y, sin visor, no puedo borrar archivos ni liberar espacio. Así que, a partir de ahora, solo me queda el móvil para hacer fotos o para grabar vídeos. GRRRR!!!

Descenso hacia el embalse

El camino de descenso hacia el embalse es una verdadera delicia. Piornos, monte bajo y pinos son nuestros acompañantes a lo largo de una verde senda que desciende, poco a poco, hacia el embalse. Tendremos que descender hasta el nivel mismo de la presa, cruzarla (ya por la carretera) y subir por la otra orilla hacia la población de Grandas de Salime.

Al comenzar el descenso deja de llover. Por si acaso, aguantamos todavía con los ponchos puestos. En estos kilómetros iniciales de descenso nos adelantan algunos de los peregrinos con los que hemos coincidido estos días: primero la pareja de peregrinos extranjeros, luego la peregrina inglesa que estaba con ellos ayer en Lago, más tarde un caracol despistado... Hoy nos adelanta hasta el tato... Pero de nuestro amigo, el peregrino francés, ni rastro. Suponemos que anoche no ha dormido en Berducedo, sino más adelante, y que por eso sigue la marcha muy por delante de nosotros.

En este precioso tramo inicial de descenso entre pinares hemos visto un par de señales en el Camino recordando a peregrinos que fallecieron en este lugar. Pobres... Siempre se te encoge un poco el corazón cuando ves la foto de alguien que se ha quedado ahí para siempre. Esto nos ayuda a recordar lo duro que esto y que nunca hay que bajar la guardia... D.E.P.

Pasado un rato, en un recodo del camino, decidimos hacer un pequeño alto en nuestra marcha para comernos los plátanos que habíamos comprado en el albergue de Berducedo. Sigue sin llover y ya hace tiempo que nos hemos quitado de encima los ponchos. ¡Qué alivio! La verdad es que los ponchos te protegen mucho contra el agua pero dan muchísimo calor. Y llega un momento en que, si llueve mucho, el agua resbala por ellos y acaba penetrando en las botas aparte de que resulta muy incómodo moverse con esa indumentaria.

Prosigue nuestro descenso, cada vez con la imagen del embalse más próxima. Parece mentira. Hace un rato lo veíamos lejísimos y ahora casi lo tenemos a un paso...

El descenso es agradable pero supone una dura prueba para las rodillas. Por momentos se vuelve más abrupto, sobre todo en la parte final de la bajada en la que, tras pasar por un precioso castañar, hubo que acometer una serie de vueltas y revueltas que nos llevaron al borde mismo del embalse.

El descenso concluye en la carretera que cruza el embalse. Antes de llegar a la presa nos detenemos en la Boca de la Ballena, un impresionante mirador colgante a 128 metros de altura sobre el agua. Ya por carretera, poco después, llegamos a la presa. Son las dos de la tarde. A partir de aquí, todo el recorrido es cuesta arriba hasta el pueblo de Grandas de Salime.

Comida junto al embalse

Tras un kilómetro de ascenso por la carretera que va por la orilla contraria a la de nuestra llegada al embalse arribamos a un hotel situado en el lugar llamado Vistalegre, donde también se aprecian más construcciones. Este es el sitio elegido para comer hoy. Son las dos y cuarto de la tarde.

Comparado con los últimos donde hemos estado alojados, este hotel parece más grande. En él hay más peregrinos comiendo y aprovechamos la ocasión para sellar nuestras credenciales por primera vez hoy. Nos pedimos unos bocadillos para no demorar demasiado la salida. Tras los cafés, reanudamos la marcha pasadas las tres de la tarde. Nos faltan casi siete kilómetros para concluir la etapa.

Últimos kilómetros de la etapa

Proseguimos el ascenso por la carretera, pegaditos al embalse. A los pocos minutos, presenciamos un desprendimiento a escasos metros de donde estamos: una roca de un tamaño más que respetable cae desde la ladera de la montaña cruzando la carretera hacia el embalse. Solo unos metros más adelante de nuestra posición. Si nos pilla a nosotros o a algún coche, nos hace un buen arreglo... ¡Uff!

Todavía no repuestos del susto anterior, seguimos subiendo por la carretera. El embalse va quedando cada vez más abajo hasta perderse casi de vista a causa de los numerosos pinos que lo tapan. Así, las cosas, a dos kilómetros del final de etapa, tomamos un desvío que nos hace subir por una vereda empinadísima hasta desembocar en una senda muy boscosa.

El paisaje es ahora de lo más bucólico por este tramo de bosque. Lástima que ya llevemos hoy casi 20 kilómetros de recorrido y, en toda la semana, más de 120, y que no estemos para apreciar mucho el decorado. Las piernas pesan, y mucho. La rodilla de Juanma va mal, pero aguanta.

El último kilómetro de la etapa guardaba la anécdota simpática de la jornada. Un inoportuno —y gigantesco— tronco caído está cruzado en medio del camino cortándonos el paso. Yo, que voy delante, tomo impulso para subirme a él e intentar pasar al otro lado, pero con la mochila y el cansancio acumulado en las piernas me quedo literalmente enganchado y montado sobre él. Entre la falta de fuerzas del momento y la risa que me da lo absurdo de la situación, me quedo literalmente inmovilizado durante unos segundos... montado sobre el tronco. Juanma, que viene detrás, no deja pasar la ocasión para fotografiarme en plan John Wayne cabalgando sobre el tronco, en medio de las carcajadas de uno y otro. Pasó casi un minuto hasta que conseguí bajarme...

Fin de etapa

Apenas un cuarto de hora después de la escena anterior, más propia de un western que de una peregrinación, hacemos nuestra entrada triunfal en Grandas de Salime con la campana de la iglesia tocando a muerto. Son las 16.40 h y acaba de caer la penúltima etapa del Camino Primitivo.

Nuestro hotel está en la plaza principal del pueblo, justo frente a la iglesia (colegiata), y muy próximo al ayuntamiento. Comprobamos que la mochila de Juanma también ha llegado sin novedad, en mejor estado incluso que nosotros —pues la muy comodona se hizo la etapa en taxi, como dije antes—, y pasamos por fin a nuestra habitación, a descansar unas horas.



Tarde-noche en Grandas

Tras unas relajantes horas de descanso, a las ocho de la tarde salimos a dar nuestro habitual paseo vespertino por el pueblo. Destaca sobremanera la colegiata de El Salvador, de pasado templario, que tenemos justo en frente del hotel. Lamentablemente está cerrada y no podemos sellar en ella nuestras credenciales.

El pueblo es pequeño y se recorre rápido. Nos llamó la atención un hórreo asturiano (panera) situado cerca de la plaza principal. Tampoco perdimos de vista un par de bares que había por allí. En uno de ellos, de un hostal, cayeron unas lindas sidras asturianas mientras hacíamos tiempo para la cena. Aquí nos pusieron en nuestras credenciales el segundo sello de la jornada. En nuestro hotel no podremos sellar hasta mañana porque la recepción cierra por la noche, al igual que su cafetería, situada en un local contiguo.


Y así nos dieron las nueve de la noche... Una sidrería situada frente a la colegiata es el lugar elegido para cenar hoy. Se trata del local más animado que hemos encontrado en el pueblo y, además, lo tenemos a un paso del hotel. Para qué buscar más. Y puesto que hoy dormiremos a 14 kilómetros de tierras gallegas, las homenajearemos cenándonos una suculenta ración de pulpo, regada con Ribeiro. Y de postre, helado.

Tras dar buena cuenta del cefalópodo cocido, por fin, a las diez y media de la noche, toca retirada. La colegiata nos despide a nuestro paso hacia el hotel donde dormiremos en suelo asturiano por última vez en este Camino.



Mañana, la última etapa

Pues sí, mañana viernes, última etapa de este primer año del Camino Primitivo. De Grandas de Salime hasta A Fonsagrada, ya en Lugo, con más de 26 kilómetros de recorrido, el segundo más largo de este año. El perfil de la etapa de mañana no es fácil: hasta llegar a Galicia hay que ascender a lo largo de 14 duros kilómetros. A partir de ahí viene un suave descenso hasta un último tramo final de 2 kilómetros, donde se retoma el ascenso hasta alcanzar A Fonsagrada.

Una vez en A Fonsagrada, nos desplazaremos de inmediato a Lugo (ya veremos cómo), donde tenemos nuestro hotel. El sábado regresaremos en tren a Madrid, desde donde os contaré cómo ha sido esta última etapa.

Así que, esta vez, el final del Camino no os lo contaremos mañana sino... ¡pasado mañana!

¡Buen Camino!

Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de Icehouse "Icehouse")



miércoles, 29 de abril de 2015

CS2015 — Etapa 5 (Camino de Berducedo)



¡Hola peregrin@s!

Esta noche os escribimos desde nuestro pequeño alojamiento rural en la minúscula localidad asturiana de Berducedo, punto final de la quinta etapa del Camino Primitivo, la más corta del curso, con solo 18 kilómetros desde Pola de Allande y, entre medias, la subida a la cota más alta de todo este Camino, el puerto del Palo. Menos mal que esta subida se ha hecho en la primera mitad de etapa, con las piernas aún frescas; de haber sido de otra manera me temo que la cosa habría cambiado bastante.

El recorrido de hoy ha discurrido por parajes muy solitarios y vistas panorámicas espectaculares (lo habitual en este Camino, vamos); aun así, hoy hemos coincidido con más peregrinos que ningún otro día. El tiempo ha acompañado con nubes y algo de sol, ni una gota de lluvia, temperatura fresca, con frío al inicio y una buena rasca ahora mismo ahí afuera. Nosotros hemos acabado bien... cansados, pero bien... dentro de lo que cabe. La rodilla de Juanma no termina de mejorar y mañana, probablemente, andará sin mochila.

A continuación va el relato de esta etapa...

Inicio de la etapa

A las 7.45 horas el implacable despertador nos recuerda que es hora de abandonar nuestras confortabilísimas sábanas para iniciar una nueva jornada con nuestra rutina cotidiana... O sea, arreglarse, asearse, revisar heridas y lesiones, aplicarse los mejunjes milagrosos en los pies, organizar los enseres y recoger las mochilas. A las 8.30 horas ya estamos preparados para nuestro desayuno reglamentario en la cafetería del hotel de Pola de Allande. Poco antes de las nueve, tras despedirnos de nuestros amables anfitriones de La Nueva Allandesa, salimos al exterior dispuestos a iniciar la etapa.

Dedicamos algunos minutos a callejear un poquito por el pueblo en busca de un lugar donde poder poner un sello en nuestra credencial. No encontramos ninguno abierto así que, para no dilatar más el inicio de etapa, nos ponemos en marcha.

La etapa de hoy se caracteriza por la práctica ausencia de lugares intermedios de referencia donde poder hacer un mínimo avituallamiento. Apenas un pueblo habitado (se llama Lago y, que yo sepa, no tiene lago ni nada que se le parezca) poco antes de llegar a Berducedo. Habrá que decidir sobre la marcha, en consecuencia, si comemos allí o lo hacemos en el propio Berducedo.

Subida al puerto del Palo

Pasadas las nueve de la mañana iniciamos la marcha saliendo de Pola de Allande por la carretera que conduce al alto del Palo. Hace un poco de frío y la sensación de subida se percibe desde el primer momento, aunque las rampas iniciales son muy suaves.


En seguida dejamos la carretera para tomar una senda que discurre por una bonita zona boscosa, paralela al río Nisón, afluente del Narcea. Testigo de nuestro paso son acebos, madroñeras y un sinfín de árboles. También nos acompañan los sonidos de las aguas del Nisón y de algún que otro arroyo que cruzamos por puentes de madera. Así, con este agradable recorrido, casi sin darnos cuenta vamos ganando altitud... y el Camino va ganando pendiente.

A las once de la mañana, tras pasar junto a algún derrumbe, llegamos al caserío de La Reigada, la única zona de toda la subida al puerto donde se percibe una mínima presencia humana, aunque seguimos sin cruzarnos con nadie. Como mucho, con alguna vaca solitaria.

A partir de aquí el sendero se estrecha más y la pendiente ya es bastante fuerte. Ya con la lengua fuera, un par de puentes nos ayudan a cruzar un arroyo bajo un bosque poblado por plantas de arándano. Aún habrá que cruzar algún arroyo más e, incluso, tendremos que salvar un mínimo tramo de carretera antes de regresar al bosque por una senda pedregosa inclinadísima hacia arriba. ¡Lo que nos faltaba!

Conforme ganamos altura, la vegetación se va degradando. Ya no hay árboles sino pequeños arbustos y entre algunos de ellos vemos los restos de lo que parece una res muerta. Las alimañas han hecho su trabajo. La cima está cercana.


¡Ya estamos arriba!

Justo al mediodía divisamos a lo lejos el puerto. Debajo mismo de él hay una fuente donde está nuestro omnipresente amigo —el peregrino francés—, que nos saluda en la distancia. Oh là là, mes amis espagnols! Cuando llegamos a la altura de la fuente, él ya está casi arriba. Este hombre madruga mucho más que nosotros y casi le hemos alcanzado. Apenas nos saca un cuarto de hora.


En la fuente nos tomamos un pequeño respiro antes de afrontar el ascenso final, de unos doscientos metros, hasta el puerto. Unos buenos tragos de agua nos ayudarán a recuperar el aliento antes de acometer el último repecho.

Por fin, a las doce y media, y también con la lengua fuera, llegamos al puerto del Palo, de 1146 metros de altitud. A mano derecha surge una senda por donde se incorpora la ruta de los Hospitales —que os comenté ayer— que parte de Borres. En el puerto hemos observado el paso de varios peregrinos, alguno procedente de esa ruta de los Hospitales.

Desde el puerto se divisa una amplísima panorámica de la comarca. Una verdadera preciosidad con todas las lomas y montañas que se pierden en el horizonte. El descenso se inicia de inmediato con ese espectacular paisaje de fondo. Tenemos media etapa en el bolsillo. Nueve kilómetros andados.



Descenso a un pueblo fantasma

Durante el pedregoso descenso coincidimos con más peregrinos. Algunos de ellos en bicicleta, algo completamente novedoso para nosotros en este Camino Primitivo.

El primer hito del descenso es el pueblo fantasma de Montefurado, a dos kilómetros, que se aprecia a lo lejos. Más parece el decorado de una película, con sus casas de pizarra, que un pueblo de verdad ya que sus únicos habitantes visibles son unas pocas gallinas y un perro.

Dicen que este caserío tuvo en su día un hospital de peregrinos. Lo cierto es que lo único notable ahora es la capilla de Santiago, con una talla pintoresca del Apóstol.

La hora de comer

Tras este pueblo fantasma afrontamos un pequeño ascenso para luego descender y ascender sucesivamente —incluyendo algún tramo por el arcén de la carretera— hasta alcanzar el pueblo de Lago, distante cuatro kilómetros de Montefurado y a otros cuatro del final de la etapa. Son las dos y media de la tarde.

En este pueblo destaca un soberbio teixo que crece junto a la iglesia parroquial. Pero lo que más nos interesa a nosotros es el bar del pueblo, el único en toda la etapa de hoy. El día está soleado ahora mismo, en el exterior del bar hay una mesa con tres peregrinos; dos de ellos son la pareja de peregrinos extranjeros con los que hemos coincidido días atrás y la tercera es una peregrina —quizá inglesa— que está departiendo con ellos. De repente, del interior del bar sale un viejo conocido a nuestro encuentro...

Oh là là, mes amis espagnols! Es el peregrino francés, que nos anima a pasar. Él ya está apurando su café y Juanma y yo encargamos unos bocatas en la barra. Mientras nos preparan los bocadillos conversamos un rato con nuestro amigo de forma distendida pero denotando el cansancio de la dura etapa que llevamos a cuestas. Sin duda, en estos momentos nos apetece más comernos el bocata que estar de cháchara. Cuando nos traen los bocatas a la mesa, el peregrino francés reanuda su camino hasta el albergue de Berducedo.

Poco después de las tres de la tarde salimos del lugar no sin antes sellar en el bar de Lago nuestras credenciales. Es el primer sello del día. Y por cierto, los tres peregrinos extranjeros todavía siguen en la mesa de la terraza, apurando sus cafés... y los rayos del preciado (y escaso por estas latitudes) sol.

Fin de etapa

Los últimos cuatro kilómetros hasta Berducedo son de un perfil llano suave. Primero por arcén de carretera, y luego por senderos entre deliciosos pinares, a las cuatro y media de la tarde arribamos a Berducedo, todavía en el municipio asturiano de Allande. En este trayecto fuimos adelantados por los peregrinos que se quedaron en la terraza del bar de Lago y que parece que se alojarán en un albergue.

Berducedo es un pequeñísimo núcleo rural que cuenta con un par de albergues. La entrada al pueblo se hace pasando cerca de uno de ellos (creo que es el único abierto hoy), donde se percibe cierta presencia de peregrinos. Nosotros estamos alojados en una coqueta pensión que más bien es un complejo rural, con seis habitaciones y dos baños compartidos. Pero como estamos casi solos, es como si uno de los baños fuera solo para nosotros.

El encargado de este establecimiento —un chico joven— se ocupa también del bar. A las habitaciones se accede por la parte de atrás del edificio tras subir una escalera exterior. Una vez que nos hemos registrado y sellado las credenciales en la pensión, nos fuimos a la habitación para descansar un rato.

Hoy no hemos terminado la etapa especialmente mal, pero los kilómetros siempre acaban pasando factura. La rodilla de Juanma le sigue molestando bastante y, probablemente, mañana decida prescindir de la mochila para caminar y mandarla en taxi hasta el siguiente final de etapa. Por él, creo que la mandaba directamente a Madrid... En fin, ya veremos.



Tarde en Berducedo

Tras la siesta, nos bajamos al bar ya que en este pueblecito tampoco hay muchos otros sitios donde ir. La cobertura telefónica es horrible en todo el pueblo, de hecho Juanma tuvo que prestarme su móvil porque el mío no estaba operativo. ¡Gracias compi!

La cena se sirve en la pensión antes de las nueve de la noche y durante la misma compartiremos local con los peregrinos del albergue ya que ambos establecimientos se turnan para ofrecer las comidas: las cenas se dan aquí y los desayunos los pone el albergue, que está a un paso. Hemos contado hasta 18 peregrinos en el pueblo, más que en todas las etapas anteriores juntas. Al que no hemos vuelto a ver es a nuestro peregrino francés. Oh là là!

Mientras llegaba la hora de la cena, Juanma y yo hemos estado tomándonos unos refrescos —bueno, más bien unas cervecitas— en el bar, pasando el rato. Hoy es de esos días que hay jornada futbolera de Liga entre semana y puede ser una buena manera de relajarse tras una etapa corta pero muy exigente.

A las ocho y media nos dicen que podemos pasar al comedor anexo donde cenamos unos platos combinados acompañados de más cervezas. Los pelotazos corrieron por cuenta de la casa, ya de nuevo en la barra del bar, pues nos quedamos a solas departiendo amistosamente con el encargado. Y de ahí a la habitación a descansar. A las once de la noche. En la habitación se está calentito pero fuera hace un frío que pela.

La etapa de mañana

Pues ya antes de meterme en el sobre, como siempre, os doy unas pinceladas sobre la próxima etapa. La de mañana es un poco lo contrario que lo de hoy. Gran bajada primero para subir, suavemente eso sí, después. Serán 21 kilómetros hasta Grandas de Salime, junto al embalse del mismo nombre y gran referencia del día. La de mañana será nuestra última noche asturiana en este Camino Primitivo. Habrá que celebrarlo como merece la ocasión.

Pero, ya sabéis, eso os lo contaremos... ¡mañana!

¡Buen Camino!

Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de John Barry "BSO Bailando con lobos")



martes, 28 de abril de 2015

CS2015 — Etapa 4 (Camino de Pola de Allande)



¡Hola peregrin@s!

Esta noche os escribimos desde la habitación de nuestro céntrico hotel en Pola de Allande (Asturias), lugar hasta donde nos ha traído la etapa reina (la cuarta) del Camino Primitivo de 2015. Al final hoy nos hemos metido para el cuerpo alrededor de 30 kilómetros, entre Tineo y Pola, plagados de subidas y bajadas. Por lo menos, el tiempo sí ha acompañado en esta jornada: fresco, nuboso y, a veces, con una pizca de sol. Solo ha llovido un poquito justo al final del recorrido, y también algo más en Pola con la etapa ya finalizada.

En el día de hoy, el peregrino Juanma, por no querer ser menos que yo, se ha metido para el cuerpo una buena dosis de barrizal. Hoy le ha tocado a él besar el barro. En el conjunto del Camino todavía le gano yo por 2-1 en visitas al barro... jajaja.

Y hablando de meterse cosas para el cuerpo, la jornada de hoy ha concluido con una buena cena, a cuerpo de rey. Ya veréis... ya veréis...

Bueno, no me enrollo más en la previa y paso a describiros cómo ha transcurrido esta etapa.

Empieza el día

Como de costumbre, el despertador nos activa poco antes de las ocho de la mañana. Parece que el día acompaña: no llueve, incluso luce un poco el sol, y la temperatura es fresca. O sea, condiciones idóneas para la caminata.

La ropa está más o menos seca después del día de ayer. Mis botas, no tanto. Aunque el papel que puse dentro ha hecho bastante efecto, será mejor que lleve puesta doble ración de calcetines.

A Juanma tampoco le ha ido mal. Su cámara parece haberse recuperado de los efectos de la humedad de ayer. Así, que, cuando bajamos a las 8.30 horas para desayunar en la cafetería de nuestro hotel de Tineo, impera cierta sensación de optimismo. Y eso que hoy tenemos por delante más de 28 km de etapa reina, plagados de subidas y bajadas.

A las 9 de la mañana abandonamos nuestro hotel, sequitos y bien desayunados, para iniciar la etapa de hoy.

Salida de Tineo y primeros kilómetros

Nuestro hotel está a un kilómetro del centro de Tineo. El Camino nos dirige hacia allí por la calle principal del pueblo. Nos detenemos un momento en el edificio del ayuntamiento para sellar nuestras credenciales por primera vez en la jornada. El Camino se reanuda por detrás del ayuntamiento subiendo una empinadísima calle. En unos minutos, el pueblo de Tineo queda a nuestros pies.

El pavimento inicial se termina enseguida dando paso a un precioso sendero ascendente entre árboles caducifolios que cruza un pequeño arroyo. Estamos en el regueiru de Robleu, a dos kilómetros y medio de Tineo. El entorno, como ya es habitual en este Camino, impresionante. Montañas, prados muy verdes, vacas, ovejas...

Seguimos subiendo por la sierra tinetense disfrutando de estos bellos paisajes frente a nosotros hasta desembocar en una pista asfaltada primero y en un camino muy herboso después. A partir de aquí iniciamos el descenso por pista de hormigón y carretera local hasta llegar al caserío de Piedratecha, a más de siete kilómetros de Tineo. Son las once de la mañana.



El monasterio de Obona y el bosque encantado

Abandonamos la carretera que nos condujo a Piedratecha descendiendo por un sendero que atraviesa un frondoso bosque. Una verdadera delicia de lugar. Parece un bosque encantado, con gigantescos árboles caducifolios que se levantan junto a nosotros en una atmósfera cargada de un aire limpísimo para respirar.

Lo que no está tan limpio es el suelo. Hay barro. Mucho barro. El peregrino Juanma, más conocido por las noches en su faceta de Serrucho Man, se detiene a rodar imágenes del entorno con su cámara de vídeo en una zona de cierta pendiente. Absorto por su cinematográfica tarea el citado peregrino no se percata de la inestabilidad del suelo que pisa, así que poco a poco se va deslizando, deslizando... hasta que el peso de la gravedad impone su inexorable ley y el pobre peregrino acaba en el suelo, fundido con el barro. ¡Filmó su propia caída! Jajajajajaja!!!

El muy peregrino se levantó rápidamente, pese a mis intentos (con pequeños empujones incluso) de que se mantuviese unos segundos más en el fango. Todo por poder sacarle una foto. No hubo manera. La única foto que me dio tiempo a hacerle fue la que veis junto a estas líneas, justo cuando Juanma acababa de reincorporarse.

Pocos metros más adelante, y muchas carcajadas después, llegamos hasta un cruce que señalaba un desvío hasta el cercano monasterio de Santa María la Real de Obona. Ir a verlo implicaba andar y desandar una distancia total de más de un kilómetro. El sendero estaba muy embarrado y encharcado por esa zona, con riesgo de nuevas caídas que, finalmente, no se produjeron.

Valió la pena visitar el monasterio, aunque estuviera cerrado. Se trata de una joya benedictina del siglo XIII, bastante dejado de la mano de Dios por cierto. El rey Alfonso IX decretó en ese mismo siglo que "cuantos caminen a Santiago lo hagan pasando por Tineo y por delante de este monasterio".

Ya de nuevo en el Camino, el sendero que desciende por el bosque nos ofrece espléndidas vistas de las aldeas de Obona y Villaluz. En esta última salimos de nuevo hacia la carretera local, ya en campo abierto y en terreno más o menos llano.

Comida en Campiello

Tres kilómetros de caminata por el arcén de la carretera nos llevan a Campiello, principal localidad intermedia de hoy (junto con Borres), y lugar elegido para almorzar. Llegamos a Campiello a la una de la tarde. En este lugar ya tenemos media etapa en el bolsillo. Las piernas denotan cierto cansancio, sobre todo la rodilla de Juanma, a causa de los últimos kilómetros por el asfalto.

Nuestra más que agradecida parada en Campiello tiene lugar en Casa Herminia, bar y albergue de peregrinos a la vez. Nuestra anfitriona, una encantadora mujer, nos prepara un plato para quitarse el sombrero a base de tortilla y embutidos.

En pleno almuerzo aparece en el local el peregrino francés que conocimos ayer. Tras saludarnos y departir amablemente con él mientras tomamos los cafés, nos preparamos para proseguir el Camino, no sin antes sellar nuestras credenciales en este lugar. Y por partida doble, con el sello del albergue y el de la cafetería, más una dedicatoria personalizada para cada peregrino por parte de nuestra amabilísima anfitriona.

A las dos de la tarde, reiniciamos la marcha retomando el arcén de la carretera y pasando por la vecina aldea de El Fresno, con su pequeña capilla de la Magdalena.



Tarde rompepiernas

En seguida abandonamos la carretera para tomar diversas sendas herbosas y muy embarradas. Juanma se va resintiendo cada vez más de la rodilla y es preciso hacer algún alto que otro en la marcha para que pueda masajearse la pierna y aplicarse un poco de réflex.

De esta guisa, a las tres de la tarde llegamos a Borres, la segunda referencia importante de poblaciones intermedias de hoy. Llevamos 17 km recorridos y nos faltan poco más de 11. A partir de Borres el Camino se empina considerablemente. Esta zona es especialmente bonita, con mucho verdor, un montón de lomas al fondo y los tejados de Borres a nuestros pies.

El Camino va discurriendo por pistas forestales. El paisaje se mantiene espectacular. En un momento dado dejamos atrás el desvío de la llamada variante de Hospitales, que siguen los peregrinos que no quieren pasar por Pola de Allande para internarse directamente en el monte hacia el puerto del Palo. Nosotros visitaremos ese puerto mañana por la ruta más transitada, la que pasa por Pola de Allande.

Desde el desvío de Hospitales hay un tramo de bajada que nos lleva a las pequeñas aldeas de Samblismo y La Mortera. En esta última, por unos segundos, veo un zorro que rápidamente se esconde en el bosque. Avisé a Juanma pero él no llegó a tiempo para verlo... Bastante tiene ya con su maltrecha rodilla.

Intercambiando sendas herbosas y arcenes de carreteras locales atravesamos más pequeñas aldeas. La primera, Colinas de Arriba, tras una subida bestial desde La Mortera. Una vez en Colinas de Arriba, el Camino nos marca una bajada vertiginosa justo hasta el cauce de un arroyo a la altura de un bonito paraje. Y una vez abajo... Vuelta a subir. Hasta el puerto de Porciles.

Esto parece un pitorreo. Tras una fuerte subida viene una bajada mayor si cabe. Ahora, desde Porciles nos hacen bajar por en medio de un barrizal hasta el cauce del río del mismo nombre. Y una vez abajo, vuelta para arriba, para salir a la misma carretera por donde veníamos. Y además, cada subida supera a la anterior. En esta ocasión han puesto unos escalones de madera para ayudar a superar el desnivel.

Tras la última de estas subidas alcanzamos la aldea de Lavadoira, donde vemos un simpático borrico que nos observa con atención. Supongo que el pollino se preguntará que cómo es posible que sea a él al que le llamen burro cuando somos nosotros los que no paramos de hacer subidas y bajadas a lo tonto para volver a aparecer más o menos por el mismo sitio.

A todo esto, no hace falta que comente cómo lleva Juanma su rodilla con estos subebajas... La etapa ya es larga de por sí, pero con la rodilla en mal estado se hace eterna... Ánimo, que queda solo una hora y menos de cuatro kilómetros para Pola de Allande.

Llegada a Pola detrás de una vaca cagona

A partir de Lavadoira, el Camino nos da un respiro. Solo nos falta un descenso de tres kilómetros para llegar a Pola de Allande. Son casi las seis de la tarde.

El Camino discurre por una hermosa zona boscosa a la vera de un arroyo. Faltando un par de kilómetros para el final de la etapa, una vaca sale a nuestro paso y se pone a caminar justo delante de nosotros. No podemos adelantarla porque el sendero es estrecho. Así que no queda otra que seguir su paso. De vez en cuando, la vaca se para y se gira para mirarnos. Cuando hace eso, nosotros nos detenemos inmediatamente, no sea que le dé por embestirnos.

Así llevamos más de un cuarto de hora. Que el bicho se para, nosotros también. Que la vaca reanuda el paso, nosotros lo mismo. La situación resulta un poco cómica, con esa vigilancia a distancia entre todos. Para colmo, el Camino va por aquí embarrado, la vaca no para de cagar y para que no falte de nada, empiezan a caer las primeras gotas. Y Juanma medio cojo. Esto parece sacado de una película de los hermanos Marx.

Por fin, a la altura de la aldea de Ferroy, a un kilómetro de Pola de Allande, la vaca se desvía por un sendero bovino que conduce a una finca. Por fin tenemos vía libre. Solo diez minutos después, a las 18.45 horas, entramos en la villa de Pola de Allande en medio de una finísima lluvia. ¡Final de etapa! Maratoniana y durísima.

A las 7 de la tarde arribamos a nuestro hotel y estampamos el correspondiente sello en las credenciales. El hotel es céntrico, frente al ayuntamiento. De hecho, desde la ventana de nuestra habitación se ve la casa consistorial. A lo largo del recorrido de hoy ya habíamos llamado alguna vez al hotel para advertir de nuestro retraso en la llegada. Hoy más que nunca apetecía darse una buena ducha y relajarse un poco.

Cuando nos quitamos las botas en la habitación el olor era indescriptible. Nuestras botas han ganado peso con el barro acumulado y las boñigas de vaca pisadas. Así que esta tarde también habrá que dedicar un tiempo a la limpieza de calzado.





Cena de reyes

Tras una hora de descanso en la habitación, esta tarde el paseo habitual por el pueblo lo hemos reducido a la mínima expresión. Conviene recuperarse, y bien, para la exigente etapa de mañana.

A las nueve de la noche hemos bajado a cenar y nos hemos dejado seducir, sin ofrecer resistencia, por la propuesta del encargado. Nos hemos pedido el menú de degustación del peregrino, con tres platos y postre. 20 euros por cabeza, pero nos lo hemos merecido tras haber superado las penosas jornadas de ayer y de hoy. Hemos whatsappeado las fotos de los platos a nuestras amistades de Madrid. A ver si os gustan.


De primero, pote asturiano; de segundo, pastel de verduras; de tercero, repollo relleno de ternera. Todo regado con un vino de la tierra. Y de postre, tarta de queso y requesón. Todo buenísimo. De hecho creo que la cocina de este hotel está muy bien considerada a nivel regional, cosa que ya sabíamos antes de venir aquí. Y por supuesto, todo se remató con un surtido de pelotazos con los que brindamos, con amplias sonrisas, por nuestros éxitos y nuestras desgracias en este Camino tan complicado. Y, por supuesto, por los presentes y los ausentes, como mandan los cánones del espíritu jacobeo.

La etapa de mañana

Pues ya de vuelta a la habitación, con los ronquidos de fondo de Serrucho Man, os emplazo a la etapa de mañana. Si hoy ha sido la más larga, la etapa de mañana es la más corta, con solo 18 km entre Pola y la pequeña aldea de Berducedo. Pero no hay que dejarse engañar por eso pues la de mañana es la etapa que registra la cota más alta de todo el Camino Primitivo, la subida al temible puerto del Palo que, según dicen, hace honor a su nombre. Media etapa la pasaremos ascendiendo a ese puerto.

¿Cómo se nos dará? ¿Aguantarán las piernas? ¿Habrá más vacas emboñigando el Camino? ¿Habrá más caídas? ¿Más barro? (Este, seguro que sí). Pues ya sabéis... Hoy no... ¡mañana! os lo contamos.

¡Buen Camino!

Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de The Art of Noise "Moments in love")