martes, 1 de mayo de 2007

CS2007 – Etapa 3 (Camino de Pamplona)





¡Caladitos! Así hemos llegado esta tarde a Pamplona. Vaya etapa más pasada por agua. Lo que se presumía una de las etapas más fáciles se ha convertido en una de las más duras a causa del mal tiempo. Nos hemos metido una ducha de cuatro horas seguiditas... ¡Menuda paliza! Pero lo importante es que estamos aquí y además, hoy sí, hoy ha caído el primer pelotazo, en el casco viejo de la ciudad. Ahora estamos el peregrino Juanma y yo, aquí tranquilitos en la habitación, con los mejunjes de rigor para que nuestros pies duerman más descansaditos. Os cuento cómo ha ido el día.


Salimos de Zubiri y de momento... ¡sin lluvia!

Esta pasada noche entre los ronquidos de Serrucho Man y el campanario de la iglesia, me he levantado con unas buenas ojeras. La iglesia de Zubiri, que está cerquita de la pensión, es muy bonita pero esas campanas... Duermes de 55 en 55 minutos, porque te despiertas a la 1... a las 2... a las 3... así todo el rato (y además, repiten las campanadas al minuto de sonar por primera vez... ¡como si no las hubiéramos escuchado!). No sé cómo alguien puede pegar ojo en este pueblo.

En fin, a las 8:30 horas estábamos todos en pie y nos acercamos a un cercano bar (distinto del de ayer) para desayunar, aprovechando que también había al lado una pequeña tienda de ultramarinos. Así, nos combinamos los zumos naturales de naranja recién exprimida y los cafés del bar con la bollería de la tienda. Sí... ciertamente... nos montamos un buen desayuno del peregrino.

A eso de las nueve y diez comenzamos a andar. Hoy tenemos una etapa parecida a la de ayer, con poco más de 21 kilómetros y predominio de bajadas. De momento el día se mantiene sin lluvia pero el cielo presenta unos nubarrones más que amenazantes. Sabemos que empezará a llover, y bien, en cualquier momento. Salimos de Zubiri por el mismo lugar por donde entramos: cruzando el viejo puente de piedra sobre el río Arga, afluente del Ebro, que será nuestro fiel acompañante hasta Pamplona.

Tras algo más de una hora por un camino de tierra –y varios quita y pon con los dichosos ponchos, porque la lluvia es intermitente– alcanzamos Larrasoaña, pueblo que se esconde tras el Puente de los Bandidos, pero al que no llegamos a entrar. Poco después nos cruzamos con una peregrina francesa que regresaba corriendo hacia Zubiri porque se había dejado allí el móvil... ¡Qué mala pata! Al menos, desde aquí solamente había poco más de 6 kilómetros. Tras el cercano pueblo de Akerreta, el camino se interna en el bosque y transcurre por una senda completamente pegada al río, hasta el punto de que en algún momento casi lo puedes tocar con las manos. Este tramo era realmente precioso. Por aquí caminábamos tarareando, entre helechos, babosas y alguna que otra moñiga, al compás de la música de El hombre y la Tierra, la serie de Félix Rodríguez de la Fuente, porque el entorno no era para menos... tachín tachín... tan tan.. tachín tachín... (La verdad es que este viaje nos vuelve un poco "cencerros" a todos, jejeje). Esa música se ha convertido en la "sintonía" oficial del Camino. Lo que vendría después ya no nos iba a gustar tanto...


Llega la lluvia... ¡y a lo bestia!

Tras salir de la senda junto al río llegamos al pequeño pueblo de Zuriain, donde aprovechamos para hacer una pequeña parada y aliviar nuestras más acuciantes e íntimas necesidades. Sin embargo, a partir de aquí, la lluvia gana en intensidad, empiezan a caer gotas cada vez más gordas y no queda más remedio que ponerse las capuchas de los ponchos. Eran las once de la mañana y ya no nos las quitaríamos hasta Pamplona (salvo el ratito de la comida). La lluvia era muy fuerte y se mantuvo así prácticamente hasta después de comer (cerca de las tres y cuarto).

Por si fuera poco, el camino comenzaba a meterse por en medio del campo, cruzando zonas completamente embarradas. Las botas se nos hundían más allá del tobillo y los ponchos escurrían el agua hacia nuestras botas. Especialmente mal lo pasaba la peregrina Laura, con unos pantalones de estilo pirata que eran un auténtico coladero para los chorros de agua que penetraban sin compasión en sus botas. No lo pasaba mejor el peregrino Toñín, que se hizo un siete en su poncho al final de la etapa de ayer y el coladero lo llevaba en la espalda. La verdad es que la situación era bastante penosa.

En medio de este chaparrón continuo, prácticamente ni nos percatábamos ya de los pueblos por donde pasábamos: queríamos terminar cuanto antes. Sí que recuerdo un puente muy bonito que cruzamos (en Irotz) y un extraño lugar perdido en el bosque –algo así como un refugio abandonado– que nos protegió de la lluvia durante unos minutos. Aquí coincidimos más de una veintena de peregrinos que nos mirábamos unos a otros con gestos de cansancio. En esta mañana húmeda y oscura, tan solo la lluvia era capaz de romper el silencio reinante.


La leyenda de “Barro Man”

Esta etapa ha servido también para forjar la leyenda de Barro Man, apelativo cariñoso con que ya conocemos al peregrino Toñín por su natural forma de desenvolverse cuando el terreno se enfanga. Ya en los últimos kilómetros de la etapa de ayer, cuando nos cayó una verdadera tromba de agua, tuvimos ocasión de admirar su particular técnica que le permite avanzar más deprisa cuando aparece el barro. Pero lo de hoy ha sido espectacular. Barro Man no se detiene así como así porque delante se le ponga la madre de todos los charcos: pasa por encima de él directamente, sin preocuparse excesivamente del lado por donde cubre menos o de si va a salpicar o no. Así que, cuande le vemos venir lanzado como un toro, nos apartamos rápidamente. ¡Menudo tanque!

Hoy el terreno se ha puesto muy propicio para las cualidades de Barro Man y más de una vez ha puesto el turbo y lo hemos perdido de vista entre el barro. Si además lleva conectado su mp3, ya no lo vemos hasta el próximo pueblo.


Paramos a comer

Pues así, entre barro y chaparrones ha transcurrido la mañana hasta llegar al pueblo de Trinidad de Arre, al que se accede tras cruzar otro puente medieval de piedra. Este pueblo está prácticamente conectado con el de Burlada (en los aledaños de Pamplona), donde nos hemos detenido para comer en una cafetería, pasadas las tres de la tarde. Aquí hemos coincidido con más peregrinos y el tema de conversación ha sido muy meteorológico. Curiosamente, parece que a partir de este momento la lluvia amainó, aunque no nos dejó hasta Pamplona. Aprovechamos esta horita de asueto para secarnos un poco y reponer fuerzas. Solamente nos quedaba otra hora de caminata hasta Pamplona, ya por un terreno más o menos urbano.

Quien peor lo llevaba, sin duda, era la peregrina Laura. Completamente calada, aprovechó el receso en la cafetería para cambiarse de calzado y seguir con unas zapatillas deportivas hasta Pamplona, llevando sus botas en la mano, dentro de una bolsa de El Corte Inglés. Parecía que venía de la compra, jajaja.


Al fin en Pamplona

Pues de esta guisa, mojados, embarrados, machacados, así es como llegamos a Pamplona. Al entrar en la ciudad está el albergue de peregrinos donde sellamos nuestras credenciales. Como es habitual cada vez que entramos en un albergue, lo primero que nos dicen antes de preguntar nada es que “está completo”. Cuando les comentamos que únicamente queremos que nos sellen nuestra credencial, ya nos ponen mejor cara. ¡Menos mal que llevamos todos los alojamientos reservados!

Nuestro hotel, de corte moderno, está en el casco viejo de la ciudad, muy cerquita de la céntrica Plaza del Castillo. Callejeando hacia el hotel, justo antes de llegar, vemos que entre la gente hay alguien que nos saluda. Es... ¡Elisabeth! No puede ser... La peregrina brasileña está aquí. ¡Dios mío!, esta mujer está por todas partes. La saludamos y hablamos un minutito con ella y luego, ya sí, nos metemos en el hotel. Son algo más de las 5, nos registramos y nos dan dos habitaciones que están en pisos diferentes. Los 4 peregrinos estamos destrozados por la inesperada dureza de esta etapa y acordamos salir a dar una vuelta y cenar sobre las 9 de la noche, para tener tiempo de asearnos y descansar un rato.




Nada más llegar a la habitación, Juanma y yo nos tumbamos en las camas. Aunque son independientes, están pegadas una a la otra. No pasaron ni cinco minutos y ya se oían ronquidos en la habitación. A los diez minutos ya éramos dos los que roncábamos. Debió pasar una hora o así y suena un teléfono móvil... Juanma, más dormido que despierto lo coge y me lo pasa directamente... Yo lo cojo y cuando hago intención de contestar me quedo un segundo pensando... Miro el teléfono... y le digo a mi compañero peregrino (sin llegar a descolgar la llamada): “Juanma... que este es tu móvil... y quien te llama... ¡es tu mujer!”. Si vierais al pobre Juanma incorporarse a toda leche (el móvil llevaba un buen rato sonando) y contestar con voz de ultratumba, pues todavía estaba medio dormido. Menudas risotadas que nos echamos después. Para mí que Juanma estaba soñando cuando me pasó el teléfono y debió de pensar que estaba con su mujer en la cama, juajuajuas...


Esta noche, todos con el Liverpool... y mañana, nos espera el Alto del Perdón

Bueno, pues tras estas risas, nos fuimos los dos a dar una vueltecita por el casco viejo de Pamplona (ya sin lluvia) y así echarle el ojo a los posibles sitios para la cena. Nos gustaron algunos de los que vimos en la calle Estafeta, la de los Sanfermines. Un poco antes de las 9 fuimos a despertar a los dos peregrinos que faltaban y ya los cuatro nos marchamos de cena en plan de pinchos y raciones. Por cierto, menudas clavadas que nos metieron con las consumiciones. No se me olvida la cara que se le quedó al peregrino Juanma cuando le dijeron lo que costaba una simple albóndiga en uno de los bares.

Hoy, por fin, el grupo de Los 4 peregrinos ha tenido a bien escuchar mis plegarias... Tras la cena, nos hemos acercado a un pub a tomarnos un copazo. Sorprendentemente estaban cerrados o medio cerrados casi todos. Al final entramos en uno inglés donde estaban echando por la tele el partido entre el Liverpool y el Chelsea de semifinales de la Champions League. El bar estaba lleno de hooligans y todos eran del Liverpool. Obviamente, nosotros comprendimos enseguida de qué lado ponernos. Todos a una... ¡Liverpool! ¡Liverpool! Cualquiera le lleva la contraria a estos bestias. Por cierto, que ganó el Liverpool. La verdad es que los dos güisquis que me tomé me sentaron de maravilla. En el Camino también tiene que haber sitio para esto.

Así que, aquí nos tenéis de vuelta en la habitación con unos pelotacillos que nos han sabido a gloria. Mañana parece que mejora el tiempo y tenemos una etapa de 25 kilómetros hasta Puente la Reina, todos llanos salvo el temido Alto del Perdón, a mitad de etapa, con otra subidita de las de aúpa. Mañana os lo cuento. ¡Buen Camino!


Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de Era "Mother")





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