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¡Hola peregrin@s! Hoy os escribimos desde la preciosa localidad berciana de Molinaseca, donde destaca su bonito puente románico sobre el río Meruelo.
¡Hola peregrin@s! Hoy os escribimos desde la preciosa localidad berciana de Molinaseca, donde destaca su bonito puente románico sobre el río Meruelo.
De nuevo, hoy nos hemos hecho algo de lío con los relevos de los coches y, al final, hemos llegado unos por un lado y otros por otro lado pero, al menos, hoy todos hemos caminado lo que estaba previsto. La etapa ha sido verdaderamente dura: 25 km, con fuerte subida en la primera mitad y una terrorífica bajada en la segunda parte. Ahí va el relato...
Primeros kilómetros
Tras desayunar en nuestro hotel, pasadas las nueve de la mañana Los 4 peregrinos iniciamos, nada más salir de Rabanal, la fuerte subida a Foncebadón, donde hemos dejado el coche adelantado. En el hotel se quedan Tori, Olga y el niño esperando el primer relevo de coches. Hasta Foncebadón hay 6 km de fortísima subida por en medio del monte con algún que otro claro con abrevaderos para el ganado (y para peregrinos).
A las diez y media de la mañana llegamos a Foncebadón, un pueblo semiabandonado con un albergue de peregrinos y una taberna medieval, junto a la cual hemos dejado el coche adelantado. La taberna, que estaba cerrada, llama la atención por su bonita palloza. Desde aquí faltan dos kilómetros para la mítica Cruz de Hierro, cumbre de la jornada de hoy.
En Foncebadón hacemos el primer movimiento de coches. Toñín y yo volvemos con el mío a Rabanal para recoger a nuestros acompañantes y dejamos el nuevo coche adelantado en el propio alto de la Cruz de Hierro, donde luego nos esperarán Tori y el niño. Olga nos acompañará andando el pequeño (pero empinado) tramo de Foncebadón a la Cruz de Hierro.
Tras sellar la credencial en el albergue, iniciamos la subida a la Cruz. Dice la tradición que los peregrinos deben llegar a esta Cruz con una piedra que depositarán al pie de la misma a la vez que piden un deseo. A las doce y media de esta soleada mañana hicimos cumbre. La verdad es que la Cruz estaba llena de piedras y de recuerdos jacobeos de todo tipo. La cruz es una réplica de la original, que se conserva en la Catedral de León, y se halla en una explanada rodeada por una gran zona de recreo con hermosas vistas. Por supuesto que aprovechamos para hacernos un montón de fotos por los alrededores.
A partir de aquí comienza la comarca del Bierzo a la vez que el Camino de Santiago inicia un fuerte descenso hasta el final de etapa. Decidimos dejar el nuevo coche adelantado en el pueblo de El Acebo, el primero de El Bierzo (a 10 km de aquí), junto con Tori, Olga y el niño, que nos esperarían allí y se encargarían de buscar un sitio donde comer todos juntos. La operación de mover los coches, nos llevó más de una hora porque la carreterita se las traía...
Descenso hacia El Acebo y comida allí
Juanma y Laura esperaron alrededor de una hora a que Toñín y yo terminásemos de colocar los coches: ahora el adelantado era el suyo, en El Acebo, y el mío se quedaría como coche retrasado en la Cruz de Hierro. A eso de la una y media de la tarde comenzamos a andar.
Al principio el descenso es más bien suave hasta el pueblo abandonado de Manjarían, habitado únicamente por el curioso hospitalero templario que atiende el albergue de peregrinos. Las vistas que nos vamos encontrando son, sencillamente, espectaculares. El descenso se va haciendo cada vez más fuerte y empinado. El terreno es abrupto, lleno de piedras... un auténtico rompetobillos donde, además, hay que ir frenando continuamente con el consiguiente castigo para las rodillas. Nos vamos encontrando continuamente con otros peregrinos con los que vamos haciendo la goma... ahora nos pasan ellos... ahora les pasamos nosotros... El tramo parece interminable hasta que, ¡a las tres y media de la tarde! tenemos el pueblo de El Acebo a nuestros pies con los típicos tejados de pizarra de sus casas.
Entramos en el pueblo y nos dirigimos al albergue-restaurante donde Tori y Olga ya nos han reservado sitio para comer. Los pies nos queman literalmente del esfuerzo de este último tramo y el llegar con la mesa ya puesta nos parece todo un lujo. En el propio albergue-restaurante de El Acebo sellamos nuestras credenciales. En la comida no se habló de otra cosa que de la dureza de esta bajada... ¡Y lo que quedaba, pues la cosa pintaba igual hasta Molinaseca! Además, el retraso acumulado era notable y aún teníamos que regresar a por el coche retrasado a la Cruz de Hierro y dejar el coche adelantado en Molinaseca...
Descenso hacia Molinaseca
Pasadas las cuatro y media de la tarde terminamos de comer. Para ganar tiempo, acordamos que Juanma y Laura salgan ya hacia Molinaseca. Toñín y yo haremos el cambio de coches: hay que recoger el retrasado (en la Cruz) y poner el nuevo coche adelantado en Molinaseca, a la vez que dejamos a Tori, Olga y al peque en nuestro hotel. Luego, los conductores regresaríamos con mi coche para hacer el tramo andando (pero sin mochilas, para ir más rápido) entre El Acebo y Molinaseca, dejando en El Acebo mi coche.
En efecto, recogemos mi coche de la Cruz de Hierro, en El Acebo se montan nuestros acompañantes y viajamos con ellos hasta Molinaseca, donde se registran en el hotel. Juanma y Laura ya están andando hacia Molinaseca, al parecer con la compañía de una peregrina que se les ha incorporado. Por fin, con mi coche ya aparcado en El Acebo, Toñín y yo comenzamos a andar el tramo final de la etapa... ¡son más de las seis y media de la tarde! Y todavía nos quedan casi nueve kilómetros para el final.
Salimos del pueblo dejando a la izquierda un pequeño monumento a un peregrino alemán fallecido en accidente de bici y oímos algún trueno... ¡Lo que nos faltaba! Menos mal que la cosa no fue a mayores.
La verdad es que el recorrido hacia Molinaseca es muy bonito. En seguida nos encontramos con el único pueblo intermedio, El Riego de Ambrós, muy lindo y cuidado. Prácticamente el descenso es continuo desde que hemos salido de El Acebo, pero al menos ahora el recorrido no es tan pedregoso. Las vistas son preciosas en todo momento, en particular algunas zonas pobladas de castaños.
Aunque el paisaje es agradable, el recorrido se nos está haciendo extremadamente largo. Llegamos a Molinaseca a las ocho y media de la tarde, ya anocheciendo: nunca hemos llegado tan tarde a ningún lugar de fin de etapa. Juanma y Laura habían llegado una hora antes. Nuestras habitaciones están en los pisos superiores, de modo que también hay que agraceder esta propinita extra... Pero nuestra desgracia aún no había terminado...
Molinaseca, en el corazón del Bierzo
Nos dijimos, vista la hora que es: hacemos el cambio de coches mañana a primera hora y así podemos echarnos una ducha, descansamos algo y cenamos tranquilamente... Pero, cuando voy a buscar mi mochila me doy cuenta de que me la he dejado, junto con la de Toñín, en el maletero del coche retrasado que está en El Acebo... Otra vez hay que ir hasta allí. ¡Cago en...! Ya de noche, nos volvemos Toñín y yo a El Acebo a recoger mi coche y, a las nueve y media de la noche regresamos con los dos coches a Molinaseca donde, ahora sí, descansarán hasta mañana.
Molinaseca es un precioso pueblecito del Bierzo, donde destacan sus iglesias y, sobre todo, un puente románico con muchos arcos. Con el día que hemos tenido, apenas si hemos tenido tiempo en fijarnos en las bondades estéticas de este lugar.
Estamos alojados en un sitio encantador: la Casa Rural El Reloj, regentada por una señora entrañable que es la madre del periodista y tertuliano Alfonso Rojo, al que este pueblo le ha dedicado una calle. La Casa es preciosa y la señora nos ofreció degustar vino desde el primer momento en que llegamos, lo que pasa es que íbamos tan apurados de tiempo que apenas si pudimos atender su petición. En el vídeo de un poco más adelante os mostramos algunas imágenes de la sala de estar, donde aprovechamos para sellar nuestras credenciales.
A las diez y media, tras una rápida ducha (pero sin siesta) nos hemos ido a cenar a uno de los pocos bares del pueblo donde no habían cerrado la cocina (aunque por los pelos). La cena sirvió también de ocasión para meternos unas buenas y gigantescas birras, porque hoy acabamos la etapa un poco deshidratados. Y pasada la medianoche, nos hemos retirado a nuestros aposentos (tres habitaciones dobles). Por supuesto, la estrella del viaje sigue siendo el peque, que no se ha quejado de nada...
Mañana, a Villafranca
Pues tras la paliza del día de hoy, mañana 31 kilómetros hasta Villafranca del Bierzo, en la típica etapa rompepiernas. Pasaremos por sitios como Ponferrada pero no tendremos líos de coches hasta el final de la etapa, porque mañana Laura no anda: ella conducirá el coche de apoyo mientras el mío se quedará aquí en Molinaseca hasta que vengamos a recogerle al final de etapa. Pero eso, os lo contaremos mañana. ¡Buen Camino!
Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de Never Been There "Galápagos")
(música de Never Been There "Galápagos")
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