¡Hola peregrin@s! Estamos ya en Burgos y hoy os escribimos desde la habitación de nuestro céntrico hotel que se halla justo en el propio recorrido del Camino. Hemos llegado a las seis y media de la tarde... Y yo con media calabaza... Sí, la otra media se ha quedado estampada contra una acera aquí en Burgos, por hacer el tonto con el bordón. Claro, la alegría de llegar al final de etapa tiene estas cosas. La de hoy, de 28 km, ha transcurrido así...
Nuevamente, la mañana se presenta muy muy fría. Salimos abrigados al máximo, dentro de nuestras posibilidades. Desayunamos a las 9 en el Bar Marcela y, tras despedirnos de nuestros anfitriones, reanudamos la marcha.
Los primeros kilómetros, todos ellos de descenso, se desarrollan por unos parajes muy hermosos: primero, por el bosque y, después, cruzando campos con árboles que parecen sacados del pincel de algún pintor de paisajes.
A pesar del intensísimo frío, este primer tramo se nos hizo superagradable. En seguida aparece el pueblo de Agés, el primero de la etapa de hoy, y donde recala la gente que habitualmente no encuentra sitio para pernoctar en San Juan. Son casi las diez y media de la mañana y ya nos hemos quitado los primeros cuatro kilómetros del día.
Agés es un pueblo pequeño y muy coqueto. En él hay un par de albergues de peregrinos y como el frío es escandaloso, decidimos meternos en uno de ellos a tomarnos algo calentito. Entramos en el albergue municipal de San Rafael, donde nos reciben unos señores gaditanos muy simpáticos.
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Ellos dicen que son de Tarifa, no de Cádiz (supongo que habrá una cierta rivalidad entre esas ciudades). La señora, amabilísima en todo momento y con ese salero de acento andaluz tan típico de esas tierras, nos enseña el albergue (que está muy bien) y nos cuenta cómo lo utiliza también para albergar a turistas que visitan el cercano yacimiento de Atapuerca.
Tras calentarnos un poquito a base de cafés y poner el sello del albergue en nuestras credenciales (el único de forma triangular en todo el Camino, según nos dicen), reemprendemos la marcha a las once y cuarto.
En Agés comienza el único tramo de subida que hay en toda la etapa de hoy y que se acentuará una vez que pasemos el pueblo de Atapuerca y crucemos la sierra del mismo nombre. Hasta Atapuerca solo hay dos kilómetros y medio. Los yacimientos no se ven desde aquí y el pueblo se recorre en un santiamén.
Pronto se penetra en la sierra de Atapuerca, a través de un pedregoso camino y unas buenas cuestas. Una vez arriba, se tiene una panorámica de lo que serán los próximos kilómetros de la etapa: una zona de llano con ligeros descensos, gradual desaparición del arbolado y, al fondo, la ciudad de Burgos.
Desde aquí el Camino plantea varias opciones: elegimos entrar en Burgos atravesando el pueblo de Castañares en lugar del de Villafría porque, a pesar de ser algo más largo, es un tramo que presenta menos tráfico rodado. Como la señalización de esta parte del Camino es algo confusa, por aquí nos encontramos con otros peregrinos que también tienen dudas de por dónde continuar. Una de estas peregrinas es la señora alemana con la que coincidimos en la comida de ayer de camino a San Juan. Sus formas y su acento nos resultaban muy graciosos y la peregrina Laura aprovechó para fotografiarla junto a mí en uno de los momentos en que tratábamos de descifrar los mapas...
Tras descender la sierra se llega al pueblo de Villalval, a 5 km de Atapuerca, y en los tres kilómetros siguientes, yendo paralelos a la carretera, se cruzan los tranquilos pueblos de Cardeñuela de Río Pico y Orbaneja de Río Pico.
La entrada en Burgos... ¡para olvidar!
Desde Orbaneja se inicia un tramo horroroso de más de tres kilómetros que nos lleva a Castañares, lugar previsto para comer. Tenemos que cruzar la autovía de Madrid por un paso elevado para luego rodear las pistas del aeropuerto de Burgos. Acabamos caminando por una zona de escombreras con camiones cargados de vertidos y escombros que pasaban continuamente a nuestro lado levantando una polvareda infernal. A las dos y media de la tarde llegamos, por fin, a Castañares, donde comimos muy bien en el restaurante El Descanso, que estaba lleno (sobre todo de camioneros): nos metimos para el cuerpo unos buenos menús jacobeos a base de morcillitas, tortillas y otros placeres gastronómicos que, a buen seguro, compensaron el desbarajuste de esos últimos kilómetros de camino.
Desde aquí, en teoría solo faltaban 10 km llanos hasta Burgos, junto a la carretera. Pero resultaron ser solo 5. Por una vez, el error en el cómputo de kilómetros nos favorecía. Así, casi sin darnos cuenta, habíamos llegado ya a Burgos. Con la alegría de la celebración, perdí el control del bordón y aterrizó en la acera. La mitad superior de la calabaza se hizo añicos. ¡Menuda risotada!
Nuestro hotel está en el propio recorrido del Camino, en la zona céntrica de Burgos, de modo que no fue difícil dar con él. Eran poco más de las seis de la tarde y ya habíamos concluido la etapa. Sellamos nuestras credenciales en el propio hotel y nos citamos hacia las ocho y media de la tarde, para dar la habitual vueltecilla por el entorno.
Raciones, goles y pelotazos en Burgos
Bueno, pues tras recorrer los alrededores de la Catedral e intentar fotografiarla entera (tarea nada fácil), nos dirigimos a algún sitio céntrico con intención de cenar a base de racioncitas. Al final dimos con un bar de apariencia moderna pero que había ganado varios premios de tapas y pinchos: sin duda, ¡este era el nuestro! Además, como ocurriera hace un año en el final de etapa en Pamplona, otra capital de provincia coincidía con el partido de semifinales de la Champions y, lo que es más curioso, entre los dos mismos equipos que la otra vez: Liverpool y Chelsea.
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La primera parte la vimos comiendo tapas y raciones. La segunda, en un pub con unos buenos copazos. En esta ocasión fue el Chelsea el ganador, pero eso no nos preocupó especialmente, jejeje.
Mañana, la etapa más larga
Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de James Horner — BSO "Braveheart")