miércoles, 30 de abril de 2008

CS2008 – Etapa 5 (Camino de Burgos)




¡Hola peregrin@s! Estamos ya en Burgos y hoy os escribimos desde la habitación de nuestro céntrico hotel que se halla justo en el propio recorrido del Camino. Hemos llegado a las seis y media de la tarde... Y yo con media calabaza... Sí, la otra media se ha quedado estampada contra una acera aquí en Burgos, por hacer el tonto con el bordón. Claro, la alegría de llegar al final de etapa tiene estas cosas. La de hoy, de 28 km, ha transcurrido así...


Preciosa y gélida salida de San Juan de Ortega

Nuevamente, la mañana se presenta muy muy fría. Salimos abrigados al máximo, dentro de nuestras posibilidades. Desayunamos a las 9 en el Bar Marcela y, tras despedirnos de nuestros anfitriones, reanudamos la marcha.


Los primeros kilómetros, todos ellos de descenso, se desarrollan por unos parajes muy hermosos: primero, por el bosque y, después, cruzando campos con árboles que parecen sacados del pincel de algún pintor de paisajes.





Agés y sus simpáticos hospitaleros

A pesar del intensísimo frío, este primer tramo se nos hizo superagradable. En seguida aparece el pueblo de Agés, el primero de la etapa de hoy, y donde recala la gente que habitualmente no encuentra sitio para pernoctar en San Juan. Son casi las diez y media de la mañana y ya nos hemos quitado los primeros cuatro kilómetros del día.

Agés es un pueblo pequeño y muy coqueto. En él hay un par de albergues de peregrinos y como el frío es escandaloso, decidimos meternos en uno de ellos a tomarnos algo calentito. Entramos en el albergue municipal de San Rafael, donde nos reciben unos señores gaditanos muy simpáticos.


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Ellos dicen que son de Tarifa, no de Cádiz (supongo que habrá una cierta rivalidad entre esas ciudades). La señora, amabilísima en todo momento y con ese salero de acento andaluz tan típico de esas tierras, nos enseña el albergue (que está muy bien) y nos cuenta cómo lo utiliza también para albergar a turistas que visitan el cercano yacimiento de Atapuerca.

Tras calentarnos un poquito a base de cafés y poner el sello del albergue en nuestras credenciales (el único de forma triangular en todo el Camino, según nos dicen), reemprendemos la marcha a las once y cuarto.


Buscando a nuestros antepasados en Atapuerca

En Agés comienza el único tramo de subida que hay en toda la etapa de hoy y que se acentuará una vez que pasemos el pueblo de Atapuerca y crucemos la sierra del mismo nombre. Hasta Atapuerca solo hay dos kilómetros y medio. Los yacimientos no se ven desde aquí y el pueblo se recorre en un santiamén.

Pronto se penetra en la sierra de Atapuerca, a través de un pedregoso camino y unas buenas cuestas. Una vez arriba, se tiene una panorámica de lo que serán los próximos kilómetros de la etapa: una zona de llano con ligeros descensos, gradual desaparición del arbolado y, al fondo, la ciudad de Burgos.



Desde aquí el Camino plantea varias opciones: elegimos entrar en Burgos atravesando el pueblo de Castañares en lugar del de Villafría porque, a pesar de ser algo más largo, es un tramo que presenta menos tráfico rodado. Como la señalización de esta parte del Camino es algo confusa, por aquí nos encontramos con otros peregrinos que también tienen dudas de por dónde continuar. Una de estas peregrinas es la señora alemana con la que coincidimos en la comida de ayer de camino a San Juan. Sus formas y su acento nos resultaban muy graciosos y la peregrina Laura aprovechó para fotografiarla junto a mí en uno de los momentos en que tratábamos de descifrar los mapas...


Tras descender la sierra se llega al pueblo de Villalval, a 5 km de Atapuerca, y en los tres kilómetros siguientes, yendo paralelos a la carretera, se cruzan los tranquilos pueblos de Cardeñuela de Río Pico y Orbaneja de Río Pico.


La entrada en Burgos... ¡para olvidar!

Desde Orbaneja se inicia un tramo horroroso de más de tres kilómetros que nos lleva a Castañares, lugar previsto para comer. Tenemos que cruzar la autovía de Madrid por un paso elevado para luego rodear las pistas del aeropuerto de Burgos. Acabamos caminando por una zona de escombreras con camiones cargados de vertidos y escombros que pasaban continuamente a nuestro lado levantando una polvareda infernal. A las dos y media de la tarde llegamos, por fin, a Castañares, donde comimos muy bien en el restaurante El Descanso, que estaba lleno (sobre todo de camioneros): nos metimos para el cuerpo unos buenos menús jacobeos a base de morcillitas, tortillas y otros placeres gastronómicos que, a buen seguro, compensaron el desbarajuste de esos últimos kilómetros de camino.

Desde aquí, en teoría solo faltaban 10 km llanos hasta Burgos, junto a la carretera. Pero resultaron ser solo 5. Por una vez, el error en el cómputo de kilómetros nos favorecía. Así, casi sin darnos cuenta, habíamos llegado ya a Burgos. Con la alegría de la celebración, perdí el control del bordón y aterrizó en la acera. La mitad superior de la calabaza se hizo añicos. ¡Menuda risotada!

Nuestro hotel está en el propio recorrido del Camino, en la zona céntrica de Burgos, de modo que no fue difícil dar con él. Eran poco más de las seis de la tarde y ya habíamos concluido la etapa. Sellamos nuestras credenciales en el propio hotel y nos citamos hacia las ocho y media de la tarde, para dar la habitual vueltecilla por el entorno.


Raciones, goles y pelotazos en Burgos

Bueno, pues tras recorrer los alrededores de la Catedral e intentar fotografiarla entera (tarea nada fácil), nos dirigimos a algún sitio céntrico con intención de cenar a base de racioncitas. Al final dimos con un bar de apariencia moderna pero que había ganado varios premios de tapas y pinchos: sin duda, ¡este era el nuestro! Además, como ocurriera hace un año en el final de etapa en Pamplona, otra capital de provincia coincidía con el partido de semifinales de la Champions y, lo que es más curioso, entre los dos mismos equipos que la otra vez: Liverpool y Chelsea.

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La primera parte la vimos comiendo tapas y raciones. La segunda, en un pub con unos buenos copazos. En esta ocasión fue el Chelsea el ganador, pero eso no nos preocupó especialmente, jejeje.


Mañana, la etapa más larga

Y mañana, el gran etapón, Burgos-Hontanas, de 31 km. Esta etapa es consecuencia de no haber encontrado alojamiento en el pueblo intermedio de Hornillos, motivo por el cual la etapa hubo de alargarse en 12 km adicionales, todos prácticamente llanos. Así que tendremos que madrugar un poquito más. El botiquín sigue descendiendo de peso cada día pero, al menos, parece que a partir de mañana ya no hará tanto frío. ¡A ver si es verdad! ¡Buen camino!


Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de James Horner — BSO "Braveheart")





martes, 29 de abril de 2008

CS2008 – Etapa 4 (Camino de San Juan de Ortega)




¡Hola peregrin@s! Esta noche toca escribiros desde una preciosidad de lugar: San Juan de Ortega, una pequeña aldea de poco más de 20 habitantes que cuenta con una iglesia-monasterio que es una maravilla. Estamos en el centro rural La Henera, que hemos estrenado nosotros y, la verdad, es una gozada poder pernoctar aquí, a solo 20 metros del monasterio... Lo tenemos delante mismo de las habitaciones y está tan cerca que casi lo podemos tocar. Encontrar sitio aquí no fue fácil, porque se trata del único alojamiento que hay en varios kilómetros a la redonda y, de hecho, casi todo el mundo ignoraba su existencia. Lo reservamos por auténtica casualidad, por internet, y eso nos permite mantener nuestra ruta inicialmente pensada para las etapas del Camino. La de hoy, de 24 kilómetros, ha discurrido así...


Los primeros kilómetros

Hoy hemos desayunado pan tostado con mermelada, café y zumo en el comedor de nuestra preciosa casa rural de Belorado, que nos ha despedido a las nueve y veinte con la chimenea encendida. Aprovechamos para hacer una visita "de día" a la Plaza Mayor del pueblo, que cuenta con varias iglesias muy bonitas, y, acto seguido, enfilamos el Camino.

La mañana es clara y soleada, pero de forma muy engañosa. Hace un frío que pela, calculo que unos 4 o 5 °C, y un viento muy molesto. Probablemente, la sensación térmica esté por debajo de los 0 °C. Hoy sí que nadie se atreve a salir con manga corta. De hecho, los bordones (bastones) los agarramos manteniendo los dedos de la mano por dentro de la manga para protegerlos del frío.

Todos los pueblos intermedios de la etapa están en la primera mitad del recorrido. En el último de ellos, Villafranca, pararemos para avituallarnos. El primer pueblo en aparecer es Tosantos, a los 5 kilómetros de recorrido. Fuera del pueblo, destaca una curiosa iglesia excavada en la roca que podéis ver, si os fijáis bien, en la parte izquierda de la fotografía de la derecha.

2 km más adelante, ya a las once de la mañana, llegamos al pueblo de Villambistia, con una sólida iglesia parroquial. Y otros 2 km después, alcanzamos el pueblo de Espinosa del Camino. Solo nos faltan 4 km para Villafranca. Hasta aquí el camino es de continua subida entre verdes campos de cereal, aunque bastante llevadera si no fuera por ese gélido y molesto viento que nos traspasa literalmente.


Parada y fonda en Villafranca

A las doce y media de la mañana llegamos a Villafranca de Montes de Oca, a 4 kilómetros de Espinosa, y sellamos nuestras credenciales en el albergue de peregrinos. Un poco antes habíamos pasado por las ruinas del Monasterio de San Félix, donde se dice que reposaron los restos del fundador de Burgos, el conde Diego Porcelos.

A partir de aquí el camino se hará empinadísimo, ya que se atraviesan los Montes de Oca, donde los bandoleros y maleantes acosaban a los peregrinos del medievo. Hasta el final de etapa quedan 12 kilómetros sin pueblos intermedios, de modo que entramos en un comercio-bar para comprar fruta y embutidos para preparar los bocatas del almuerzo. Este comercio estaba regentado por una pareja de abuelitos que nos atendieron muy bien. Aprovechamos para comernos aquí unas racioncitas de ibéricos (chorizo, jamón, queso de Burgos...) que hay que ver lo buenas que estaban...

Como nota curiosa, entró una peregrina francesa a comprar algunas cosas y, por cuestiones del idioma, se liaron un poco a la hora de atenderla. Ella decía que si le faltaba un euro de la vuelta o algo así, y los abuelitos, que si lo que quería era un yogur o vete tú a saber el qué. Tras cinco minutos de genuino diálogo de besugos, parece que todo se aclaró (más o menos).


En este bar coincidimos también con Turbomán, un peregrino gallego de esos que se hacen 40 kilómetros por etapa en un abrir y cerrar de ojos, que nos preguntó cómo era la subida a los Montes de Oca y dónde podía alojarse. Le dimos el teléfono de nuestro centro rural y más adelante, ya en la subida a los Montes, nos lo encontramos comiéndose un buen bocata mientras nos comentaba que tampoco era para tanto la subida... Desde luego, este tío iba sobrado mientras los demás estábamos con la lengua fuera... De ahí lo de Turbomán... Por supuesto que luego nos volvió a adelantar y ya no hemos sabido más de él. (Igual ya ha llegado a Santiago, el tío).


Subidón a los Montes de Oca

Pues algo después de las una de la tarde, tras este primer avituallamiento, y ya cada uno cargando con su comida del almuerzo, iniciamos el descomunal subidón que hay para salir de Villafranca. Si miráis el perfil de etapa que pongo al principio del artículo (recordad que se ve de derecha a izquierda), os podéis hacer una idea. Había veces que parecía más escalada que caminata.

Enseguida, el pueblo de Villafranca ya estaba a nuestros pies. Las vistas eran espectaculares con las montañas nevadas de la sierra de la Demanda en el horizonte y bosque a nuestro alrededor. A los dos kilómetros topamos con una pequeña área de descanso donde estaba Turbomán, como os comenté antes.



Por el camino, sufriendo, había más peregrinos. Una pareja de italianos, otros que iban en bicicleta (cómo sufrían los pobres...). También vimos algún monumento recordando a los caídos en la Guerra Civil: sin duda, el bosque que atravesábamos fue zona de combate.

Según avanzábamos, el camino se hacía más ancho y, tras una serie de espectaculares toboganes, parecía que comenzaba el terreno de las bajadas. Por cierto que los peregrinos ciclistas lo pasaron especialmente mal en esta zona de toboganes, ya que tenían que recorrerlos apeados de sus bicis y empujando. ¡Menuda paliza! Cuando llegaron las bajadas, el camino se convirtió en una auténtica "autovía del peregrino", anchísima y fácil de recorrer.


La hora de comer... ¡Nos adelantan hasta los caracoles!

A eso de las tres de la tarde buscamos una zona algo resguardada del viento, entre los pinos, para comer. Cuando estábamos terminando nuestros bocatas se sentó cerca de nosotros una peregrina de cierta edad, alemana y residente en Barcelona, con un acusado acento y algo empalagosa (nos recordaba un poco a la peregrina Elisabeth del año pasado), a la que habíamos adelantado hacía una hora, que nos vino a decir que se alegraba "por haber sido capaz de alcanzar a alguien, acostumbrada como estaba a que todo el mundo fuera más deprisa que ella". Estas palabras acabaron por comernos la moral acerca de nuestra "velocidad de crucero en cada etapa".

Estuvimos solamente cinco minutos con ella, porque ya habíamos terminado de comer, y reanudamos la marcha. La verdad es que las palabras de la alemana nos calaron hondo: realmente, ¿somos tan lentos? Puede que sí, pero hay que tener en cuenta que nos detenemos a hacer fotos, filmar imágenes, solemos parar más tiempo que los demás para comer, de vez en cuando hacemos alguna paradita extra para satisfacer nuestras necesidades, o para descansar un poco... Bueno, creo que sí somos algo lentos, jejeje... Pero seguro que disfrutamos más de las excelencias del Camino que otros...


Descenso por el bosque hasta San Juan

El resto del camino hasta San Juan era un largo y suave descenso de unos 5 kilómetros por el bosque. Si no fuéramos tan machacados diría que este tramo era un auténtico y delicioso paseo por en medio de los pinos, escuchando tan solo el sonido de los pájaros y de las ramas de los árboles batidas por el viento... Bueno, también se oía el ruido de alguna molesta motosierra desde lo más profundo del bosque.

A las cuatro y media de la tarde divisamos, por fin, en un claro de bosque, la silueta del monasterio de San Juan de Ortega. ¡Otra etapa más a la buchaca!




San Juan de Ortega

En San Juan de Ortega lo primero que hicimos fue acomodarnos en nuestras habitaciones de las recién inauguradas instalaciones del centro rural, que están a cargo de dos jóvenes hermanos, hijos del matrimonio que regenta el único bar del pueblo, Bar Marcela. En todo momento nos atendieron fenomenal, como luego os cuento.

Las habitaciones están muy bien. Desde ellas se ve el monasterio, que está literalmente "a un paso". Disponen de terraza exterior por la que puedes salir directamente a la calle, por la zona ajardinada que rodea el complejo. Descansamos aquí un par de horas y luego nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo donde la primera visita obligada es al monasterio, donde descansan los restos de San Juan de Ortega. El lugar es bonito por fuera y por dentro.

En el Bar Marcela, donde fuimos en principio a tomar unas cañas y acabamos empalmando con la cena, al calor de la chimenea de leña encendida, el dueño nos explicó El milagro de la luz. En el monasterio hay un capitel, el de la Anunciación, que se ilumina por un rayo de luz de sol en los equinocios de primavera y otoño, hacia las cinco de la tarde (hora solar). Cada 21 de marzo y 22 de septiembre, un rayo de sol del atardecer penetra por la ojiva de la fachada e ilumina el capitel de la izquierda del ábside, donde está la escena de la Anunciación. Luego se posa en la del Nacimiento y por último en la de la Adoración de los Magos. El efecto apenas dura diez minutos, pero son suficientes para que los numerosos asistentes, congregados para contemplar el fenómeno, sientan una emoción especial.

La gente del bar gestiona el sello que se pone en la credencial. El ponernos el sello esta vez no fue una tarea "rutinaria" como en ocasiones anteriores, sino que hubo que convencerles diciéndoles que estábamos alojados en el centro rural, porque, al parecer, debían estar hasta el gorro de poner el famoso sellito a todos los que pasaban por allí. Gracias a la mediación de los hijos de los dueños conseguimos que nos sellasen las credenciales.

La cena del Bar Marcela, cocinada por la madre de nuestros anfitriones, consistió en el "menú del peregrino": una tortillaza de patatas y una espectacular ración de morcilla, regado todo ello con caldos de la tierra. Pedimos dos menús para los cuatro y acabamos muy bien servidos. Casi tan bien como los alemanes que teníamos al lado, vecinos de habitación en el centro rural, y que se metieron una ración para cada uno de ellos "de aquí te espero". No se les entendía ni una palabra pero por la cara que ponían no se quedaron con hambre precisamente.
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Para que todo terminara de salir perfecto, nos pedimos como postre unos buenos copazos que nos dejaron llevar hasta el centro rural (era solo cruzar la calle) para poder ver allí, en la televisión panorámica del hall (que prepararon solo para nosotros), la semifinal de la Champions entre el Barça y el Manchester Utd. Fue gracioso cruzar la calle en medio de la oscuridad de la noche, cada uno con su vaso de güisqui y su coca cola, acompañados por los dueños del complejo rural. El partido lo ganaron los ingleses, pero eso fue lo de menos. El trato que recibimos no pudo ser mejor.




Mañana, a Burgos

La etapa de mañana, con 28 km, es de un suave descenso que nos llevará a Burgos. Por el medio hay una pequeña subida a los montes de Atapuerca pero, después de lo de hoy, no deben entrañar la menor dificultad. Hay varias opciones para entrar en Burgos y espero que no nos despistemos con la ruta a seguir. Ojalá que sigamos disfrutando de las morcillas de esta tierra durante varias etapas más. Lo que sí es seguro es que continuará el frío. Yo mañana saldré con camiseta, camisa gruesa de manga larga y forro polar, unas encima de otras, por lo menos para las primeras horas del día porque aquí el frío te cala hasta los huesos. Ya os contaré. ¡Buen camino!


Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de The Police "Invisible sun")

lunes, 28 de abril de 2008

CS2008 – Etapa 3 (Camino de Belorado)




¡Hola peregrin@s! Esta noche os escribimos desde la preciosa casa rural Verdeancho, en el pueblo burgalés de Belorado, adonde hemos llegado esta tarde tras una etapa llana (ligeramente cuesta arriba) de 23 kilómetros. El tiempo ha vuelto a ser protagonista, porque ha cambiado meridianamente. Hemos pasado del calor y bochorno de La Rioja a un ambiente frío, ventoso y, en algunos momentos, con lluvia al entrar en Castilla. ¡Hoy nos hemos tenido que poner los ponchos durante casi una hora! Con todo, el día empezaba así...


Despedida del pueblo del Santo

A las 9 de la mañana, tras la aplicación de los mejunjes de rigor en pies y manos, ya estábamos sentados en el comedor de nuestro hotel para desayunar. Se trata de un espacio muy bien iluminado porque el techo es de cristal. El desayuno, más o menos el habitual: café, zumo y algo de bollería (que yo sin ella no ando, jejeje).

A la salida del hotel podemos comprobar que la mañana está fresquita, pues la temperatura ha bajado notablemente. De momento, yo me aventuro a iniciar la caminata en manga corta, al igual que los días anteriores, con la esperanza de que según avance la jornada, la temperatura suba. Nada más lejos de la realidad, pues al cabo de un par de horas acabé por ponerme el forro polar, como los demás. También hubo que renovar las tiritas del botiquín, porque el calor riojano nos ha mermado las existencias.

Antes de dejar el pueblo, hacemos un intento por visitar la catedral. Podemos asomarnos y comprobar que está en obras: al menos, hemos podido ver el gallinero gótico donde guardan el gallo y la gallina vivos (que no estaban en ese momento, supongo que por las obras). No voy a contaros el por qué de esta pareja de animalillos, podéis consultarlo en muchos lugares de internet; baste decir que a Santo Domingo de la Calzada se la conoce por el dicho de "... donde cantó la gallina asada". Por eso, en la catedral, donde también está la tumba del Santo, guardan un gallo y una gallina vivos.

Bueno, pues tras esa minivisita a la catedral, abandonamos el pueblo por el puente que, según la tradición, construyó el Santo sobre el río Oja, río este que da nombre a la Comunidad de La Rioja (está claro que no se rompieron la cabeza pensando nombres, no). Los primeros kilómetros transcurren paralelos a la carretera de Burgos, en ocasiones utilizando su mismo arcén. Aquí coincidimos con más peregrinos, en particular con uno de Vitoria, que tras andar unos metros con nosotros a nuestro paso, aprovechó la primera ocasión que tuvo (al detenernos a hacer una foto) para distanciarse: está claro que no somos los más rápidos del pelotón precisamente.


Primera parada: Grañón

A las once y media de la mañana, tras casi 7 kilómetros de suave caminata, aparece el primer pueblo de la etapa, y último de La Rioja: Grañón, que, para variar, está justo al final de una empinada cuesta, de modo que, al llegar, aprovechamos para tomarnos algún respiro y, de paso, aliviar algunas de nuestras más imperiosas necesidades.

El pueblo tiene una iglesia muy bonita con un retablo verdaderamente espectacular: de esos que hay que echar un euro para que se ilumine. Yo mismo metí un euro y, al momento, salieron de hasta debajo de las piedras peregrinos para hacerle fotos al retablo... ¡serán aprovechados! Debían de estar todos esperando a que alguien metiera el susodicho euro... La iglesia tenía también una hermosa pila bautismal románica pero no tan reconocida como la del pueblo siguiente, que os comentaré después.

En la placita de la iglesia había algún banco para sentarse y unos simpáticos barriles de vino de Muga que, aunque lo intentamos, ni el peregrino Toñín ni yo pudimos abrir, jejeje.

Al salir de Grañón, hay una fuerte bajada en medio de verdes campos de cereal hasta el límite con la provincia de Burgos donde, por cierto, volvimos a aliviar nuestras "insistentes" necesidades, jejeje. Atrás dejamos ya los campos de viñedo que nos han acompañado durante las últimas etapas.


Redecilla del Camino y el famoso "pilón"

A la una de la tarde, el siguiente pueblo, Redecilla del Camino, ya en Burgos, nos recibió con un amago de lluvia que acabó convirtiéndose en realidad. Menos mal que pudimos refugiarnos en una oficina de turismo que hay justo a la entrada del pueblo, donde sellamos nuestras credenciales y donde también pude comprar una pequeña réplica de la gran joya escultórica de este pueblo y una de las joyas románicas de todo el Camino: la pila bautismal del siglo XII que se conserva en la iglesia y que se exhibió en la exposición de las Edades del Hombre en Ponferrada.

La réplica que compré pesa alrededor de medio kilo y, claro, cargar con cualquier peso innecesario a lo largo del Camino resulta bastante desaconsejable, de modo que os podéis imaginar la guasa que nos hemos traído Los 4 peregrinos con este tema. Yo ya les he comentado a los demás que no se rían tanto, no vaya a ser que "en algún descuido" le meta el "pilón" (denominación con la que ya conocemos a esta réplica) a alguien en su mochila y me la lleve "gratis" hasta Madrid, jeje...


Dos kilómetros después, a eso de las dos de la tarde y ya sin lluvia, decidimos parar para comer en el pequeño pueblo de Castildelgado. Fue en el restaurante de carretera El chocolatero (que no tiene nada que ver con la canción). Es el típico sitio frecuentado por camioneros y, la verdad, nos despachamos muy a gusto (con la comida, claro).


¡A ponerse los ponchos!

A las tres de la tarde retomamos la marcha. El cielo estaba de un gris amenazador. En ese momento telefoneé al alojamiento de mañana, en San Juan de Ortega, para confirmar la reserva. Les dije que llegaríamos allí sobre las cinco o seis de la tarde, y casi me tomaron a guasa porque les pareció una hora tardísima para llegar... "Pero qué vagos que estáis hechos", me dijeron entre risas. Se ve que aún no nos conocen...

El cielo gris se transformó en pocos minutos en una lluvia más o menos intensa que nos acompañó durante casi una hora. Tocó ponerse los ponchos y esto coincidió con el paso por el pueblecito de Viloria, lugar de nacimiento de Santo Domingo de la Calzada, a algo más de dos kilómetros de Castildelgado. Tres kilómetros después, ya sin lluvia, atravesamos otro pueblo pequeño, Villamayor del Río, donde alguna peregrina que yo me sé intentó, sin éxito, aliviar aguas menores. A estas alturas de jornada, como ya viene siendo tradicional en las segundas mitades de etapa, ya veníamos todos con la lengua fuera. Apenas si veíamos peregrinos y menos mal que el camino era más bien llano con alguna bajadita. El paisaje era verde (por los campos de cereal) y gris (por las nubes) con la silueta de los Montes de Oca al fondo.


¡Por fin en Belorado!

Por fin, a las 6 de la tarde, yendo en todo momento junto a la carretera, llegamos a nuestro destino de hoy: Belorado. A la entrada hay un espectacular albergue de peregrinos, donde sellamos nuestra credencial. Lo de espectacular es por los servicios de que dispone, piscina incluida. Aquí estaba el peregrino de Vitoria con el que coincidimos al principio de la etapa y que había llegado hacía casi tres horas... ¡Pero qué lentos que somos!

Enseguida nos adentramos en el pueblo, donde nos esperaba nuestra preciosa casa rural, de la que vimos varios anuncios a lo largo de la etapa de hoy. La casa rural se encontraba en una calle en obras, por lo que para entrar fue necesario dar un pequeño rodeo. Al peregrino Juanma le pareció haber leído en algún sitio que en esa casa rural daban masajes en los pies cosa que, para desgracia del peregrino Barro Man, no era cierta.

Esta acogedora casa rural la gestiona un joven y agradable matrimonio. Por cierto, que la chimenea estaba encendida, lo que os puede dar idea de la temperatura ambiente. Las paredes de las habitaciones son de piedra y, la verdad, es que el sitio merece la pena.

Aprovechamos para descansar varias horas y a las nueve de la noche dimos una vuelta por el pueblo. Tiene una plaza arbolada muy bonita, dominada por una iglesia y un quiosco central de música. En un bar de la plaza nos tomamos unas bien merecidas cañas y, a eso de las diez, cenamos en una cafetería cercana.



Y mañana, los temibles Montes de Oca

Hoy no hubo pelotazo nocturno porque mañana nos espera la etapa reina (por perfil, que no por distancia): hay que llegar a San Juan de Ortega donde nos espera otro de los lugares emblemáticos del Camino: el monasterio de San Juan de Ortega. Pero antes... antes hay que cruzar los Montes de Oca con unas pendientes terroríficas. Esperemos que el tiempo acompañe... ¡Buen Camino!


Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de Vangelis "Abraham's theme")

domingo, 27 de abril de 2008

CS2008 – Etapa 2 (Camino de Santo Domingo de la Calzada)




Pues aquí estamos otra vez, peregrin@s. Como habéis visto, esta tarde nos hemos conectado "en directo" a internet y os hemos puesto in situ un mensaje con comentarios e imágenes de lo que ha sido este Camino 2008 hasta el momento. Si podemos, lo repetiremos más veces. Ahora os cuento con un poquito más de detalle cómo ha sido esta calurosísima etapa de 21 kilómetros...


Santa María la Real de Nájera

Como os decía ayer, Nájera está de fiestas y la verdad es que se notaba viendo las caras y las ojeras de más de uno en la cafetería de nuestro hostal, donde nos hemos metido un buen desayuno. Hemos salido de allí a las 9 con intención, primero, de que nos sellasen la credencial en el albergue de peregrinos de Nájera y, después, de visitar la iglesia de Santa María la Real, que no abre hasta las 10. Nuestro gozo en un pozo, por partida doble.

En primer lugar, porque el albergue estaba cerrado y no abría hasta la hora de comer. Ya nos ha pasado más de una vez aquí en La Rioja que nos encontramos con albergues cerrados por la mañana... Pues con los dormilones que somos nosotros, si llegamos a estar alojados ahí, seguro que nos echan a patadas, jejeje... Así las cosas, nos vamos entonces a la iglesia de Sta. María a visitarla y que nos pongan el sello allí. Pues también mala suerte. Hay que esperar hasta las diez y media por culpa de una vuelta ciclista que ha dejado en un atasco a la encargada de abrir la iglesia al público.

Con todo esto, vamos a empezar la etapa con un considerable retraso. Pero valió la pena la espera para ver la preciosidad de iglesia-monasterio de Santa María la Real: me quedo con el claustro y con una cueva que hay dentro de la iglesia, donde se conserva una imagen de la Virgen y, que está cerca de los sepulcros de personajes medievales que yacen aquí, como la reina Blanca de Navarra. Además, nos pusieron el sello en la credencial de peregrino y, en calidad de peregrinos, disfrutamos de nuestro primer descuento del Camino para acceder a la iglesia.


Azofra y Cirueña... ¡Muchísimo calor!

A las 11 salimos de Nájera y, para ir abriendo boca, lo primero que nos encontramos es una empinadísima cuesta que transcurría por una zona de monte. Tras la cuesta, el terreno se allana de nuevo y regresan los viñedos que nos han acompañado en las etapas riojanas.



Entre viñedos, este llano tramo hasta el pueblo de Azofra, a 6 km de Nájera, era agradable de recorrer. En el horizonte se veían las montañas todavía nevadas de los Picos de Urbión y de la Sierra de la Demanda. Cuando llegamos a Azofra, el calor ya apretaba lo suyo. Aprovechamos la ocasión para beber agua fresca y renovar nuestras botellitas.

Desde aquí el camino hasta Cirueña, que era el siguiente (y último) pueblo antes del final de etapa, transcurrió en medio de un ambiente que rozaba a veces el bochorno, con el sol pegando lo suyo y sin apenas sombras. En algún momento nos detuvimos un ratito a descansar en la hierba, con nuestras mochilas como únicas sombras disponibles. Para colmo, la entrada en Cirueña se hace tras subir una cuesta interminable, luego de dar un rodeo larguísimo a una urbanización (con campo de golf incluido), de modo que cuando llegas a Cirueña estás medio muerto.













El aspecto de la peregrina Laura, en particular, es un poema una vez que la etapa atraviesa su ecuador: primero camina alegremente al compás de su bastón "tic-tac-tic-tac"; más tarde camina con un paso desigual "tac...tac...tac"; al cabo de un rato, el bastón va literalmente arrastrándose por detrás de ella "ratactactactactactac"; finalmente, parece que es el bastón quien la lleva a ella, que lo agarra como si de un remo se tratase "toc... ... toc... ... toc".

Deshidratados, colorados como cangrejos, medio quemados... así es como llegamos Los 4 peregrinos al bar Jacobeo. Eran las tres de la tarde y aprovechamos la paradita para comer (y muy bien, por cierto) y dejaros el mensaje que ya habéis visto en el blog. En la tele estaba Nadal dando buena cuenta de Federer en la final del torneo de tenis de Montecarlo: ganó Rafa 7-5 7-5.


En el pueblo del Santo













Después de Cirueña, el camino era llano al principio, y de suave y agradable bajada más tarde. Más aún cuando comenzó a divisarse, al fondo, la torre de la catedral de Santo Domingo de la Calzada.




Este camino transcurría entre verdísimos campos de cereales y apenas si veíamos algún peregrino. Destacar solamente a una joven peregrina alemana que hacía etapas de ¡¡40 kilómetros!! y tan fresca ella. Nuestra llegada a Sto. Domingo se produjo alrededor de las 6 de la tarde y, como pasamos delante del albergue de peregrinos, aprovechamos para sellar ahí nuestras credenciales.

Nuestro hotel es pequeñito pero bastante acogedor y lo mejor que tiene es que se encuentra muy céntrico. Tras descansar un par de horitas (con uso intensivo del botiquín incluido), quedamos a eso de las ocho y media de la tarde para dar un pequeño paseo por el pueblo y cenar.

No pudimos entrar en la catedral porque ya estaba cerrada pero sí que estuvimos en uno de los dos paradores de Santo Domingo (el que está junto a la catedral), que es otra preciosidad, y tomarnos alguna copita en él. Hubo alguna que otra discrepancia con las consumiciones, ya que un zumo de tomate (según nosotros) acabó convirtiéndose en un Bloody Mary (según el camarero), que valía el doble. No estábamos para muchas discusiones, así que pagamos y en paz. A las 10 de la noche nos fuimos a cenar unos platos combinados en una cafetería y después hubo tiempo, incluso, de tomarse unos buenos copazos en un pub irlandés próximo.


Mañana abandonamos La Rioja

Bueno, pues esto es lo que ha pasado hoy. Ya estoy de nuevo en la habitación. Dentro de unos minutos me meteré en el sobre... Huy, parece que fuera está tronando... Ah, no... Es el peregrino Juanma que ya se ha quedado sobado con esa cara de angelito sin afeitar que pone siempre...

Pues mañana dejamos La Rioja y entramos en Burgos. La etapa tiene 23 kilómetros con un perfil de suave ascenso. Y parece que a partir de mañana el tiempo cambia: viene el frío y, quizás, nos encontremos con algo de agua también. Mañana os lo cuento. ¡Buen camino!


Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de Edvard Grieg "La mañana")






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