¡Hola peregrin@s! Hoy sí que hemos llegado verdaderamente reventados. Nos hemos metido en el cuerpo 31 kilómetros en lo que es la etapa más larga del Camino de 2007 y 2008. Doce horas a patita... ¡casi nada! El botiquín de tiritas ya casi no da abasto. Pero al menos mañana tendremos una plácida etapa de 10 kilómetros, por lo que hoy dormiremos un poquito más. Estamos en un hostalito encantador del bonito y perdido pueblo de Hontanas que, de verdad, es muy acogedor... ¡y muy difícil de llegar hasta aquí! Os cuento cómo nos ha ido hoy...
Superdesayuno y salida de Burgos
Tras la típica noche de ronquidos por parte de Serrucho Man, hoy toca afrontar la etapa más larga, de 31 kilómetros con un perfil más o menos llano. Dejamos el hotel poco después de las nueve con intención de desayunar en algún lugar del casco histórico de Burgos, sin apartarnos mucho del camino. Nuestro gozo en un pozo: todos los bares y cafeterías que vemos están cerrados. Al final, preguntando a una señora, descubrimos una cafetería que está junto a una pastelería. ¡Menudo surtido de pasteles y bollos que nos hemos metido! Hoy hay que desayunar bien porque nos espera una dura etapa.
La salida de la ciudad la hacemos cruzando el río Arlanzón primero, para atravesar después un hermoso parque y, más tarde, la ciudad universitaria. Es curioso, porque en la salida de las otras capitales de provincia por donde hemos pasado, Pamplona y Logroño, también tuvimos que cruzar las respectivas ciudades universitarias.
Primeros kilómetros
Hoy, ¡por fin!, el tiempo sí que acompaña. La mañana está soleada y algo fresca, pero lejos del bochorno de los primeros días y del frío intenso de las últimas etapas. Los primeros kilómetros se hacen agradables y, a las dos horas de salir, llegamos al pueblo de Tardajos, a 10 kilómetros de Burgos. A la entrada de este pueblo está el puente del Arzobispo donde, según la tradición, el rey Alfonso VI de Castilla casi se mata al caerse de su caballo.
Tan solo dos kilómetros después, o sea, media hora más tarde, llegamos a otro pueblecito, Rabé de las Calzadas, con una bonita iglesia parroquial. Hasta aquí, puede decirse que todo ha sido "coser y cantar". Es la una y media de la tarde y hasta Hornillos, siguiente pueblo, hay 8 kilómetros. Decidimos arriesgarnos a no comprar nada antes y esperar para comer allí.
Hornillos del Camino
El camino hacia Hornillos es agradable al principio, entre verdes campos de cereal que relucen en este día tan soleado. No quiero ni imaginarme lo que debe ser atravesar estos campos en pleno verano, sin apenas sombras y con un sol achicharrador.
La llegada a Hornillos se nos hizo muy larga. Andábamos y andábamos y el pueblo no terminaba de verse nunca. Para colmo, en los últimos kilómetros el sol apretaba un poquito más y el cansancio ya empezaba a notarse. Cuando, a eso de las tres de la tarde, divisamos el pueblo tras una larguísima bajada, casi no nos lo podíamos creer.
Avanzamos, ansiosos, hasta el único bar del pueblo donde despachan comidas para coger mesa. Pero el peregrino Toñín, que se había adelantado unos metros, nos estaba esperando justo en la puerta con una irónica y cruel sonrisilla...
"La cocina la cierran a las tres de la tarde...", nos dijo... ¡Y eran más de las tres y media! Entramos y nos dejaron pedir solamente lo que hubiera en ese momento en el mostrador de la barra, que ya estaba casi agotado... Pedimos las cuatro cosas que vimos... algo de embutido, algunos canapés y unas croquetas. Justo después de nosotros llegaron unos alemanes, que se tuvieron que conformar con lo que les dejamos nosotros... unas aceitunas y un par de canapés... ¡Pobriños! En este bar también nos apremiaron a acabar pronto, porque lo cerraban a las cuatro... Al menos, nos sellaron nuestras credenciales.
En Hornillos del Camino es donde tenía que haber concluido la etapa de hoy, pero al no encontrar desde Madrid alojamiento disponible para reservar (recordad que hoy es festivo, 1 de mayo), tuvimos que alargar la etapa hasta el pueblo siguiente, que está a más de 10 kilómetros. En este pueblo hay una bonita iglesia y una fuente con un gallo; este animal debe ser el símbolo del pueblo, porque su imagen aparece representada por todas partes. Por cierto, por aquí hemos visto a la peregrina alemana de la que os he hablado más de una vez; me imagino que se habrá quedado en el albergue del pueblo.
En una tienda de alimentación próxima, el peregrino Toñín y yo hemos aprovechado para comprar alguna cosilla que complemente la comida de hoy. La peregrina Laura no parecía muy satisfecha con las cosas que hemos pillado para comer y ha tenido una pequeña conversación discrepante con su señor marido peregrino.
Pasadas las cinco reanudamos la marcha. Hasta Hontanas restan, en principio, algo más de 10 kilómetros que, al final, resultaron ser más de 12. Como hay muchos peregrinos por la zona y, visto lo difícil que está hoy el tema de los alojamientos, nos preocupa que nos "levanten" nuestra reserva en el hostal de Hontanas ya que, debido a nuestra "meteórica" velocidad, tardaremos aún lo suyo en llegar. Así que, hasta en tres ocasiones, llamé al hostal para confirmar la reserva, retrasando sucesivamente la previsible hora de llegada. En todo momento, en el hostal nos dieron seguridad de que nos mantendrían la reserva, pero... por si acaso, es bueno tomar estas precauciones.
Un oasis en medio de la nada
El recorrido hasta Hontanas es una interminable sucesión de verdísimos páramos entre los que resulta muy fácil ver codornices, y alguna que otra perdiz, que animan algo el recorrido. En algún momento hicimos sonar el tono del teléfono móvil del peregrino Toñín con la sintonía de
El hombre y la Tierra, para recrear mejor el entorno natural donde nos hallábamos. Por esta parte del recorrido apenas si veíamos a alguien, tan solo un par de grupos de ciclistas, que nos hicieron fotos y a los que correspondimos del mismo modo.
5 kilómetros antes de llegar a Hontanas, en medio de la nada, aparece un extraño lugar llamado San Bol, donde hay un solitario albergue de peregrinos (abierto solamente en temporada de verano), y en su exterior una fuente de aguas cristalinas, una alberca y varios bancos para sentarse debajo de un grupo de árboles. El sitio resulta curioso e inesperado y aprovechamos para tomarnos en él un pequeño respiro.
Reanudamos la marcha algo antes de las siete de la tarde, y ya empezaba a preocuparnos, incluso, que se nos hiciera de noche. La etapa estaba siendo larguísima y los pies nos ardían literalmente. Recuerdo estas palabras del peregrino Toñín: "En cuanto llegue, me voy a tumbar y no me levanto antes de las doce de la noche". Para colmo de desgracias, la calabaza de Toñín se partió en dos al apoyar su bordón. Ayer fue la mía... hoy la suya. Las dos calabazas se compraron a la vez el año pasado y es como si tuvieran sus días contados...
Al fin en Hontanas
La señora del hostal ya nos avisó para que no nos desesperáramos si tardábamos en divisar el pueblo. Está justo detrás de una loma que lo tapa, de modo que no lo ves hasta que estás encima. Por fin, a las siete y media de la tarde, tras una pequeña subidita, vemos el pueblo que está como metido en una especie de olla.
Hontanas es pequeñísimo, prácticamente tiene solo una calle principal; en la plaza de la iglesia, está nuestro pequeño hostal familiar
Fuentestrella, que toma su nombre de la fuente de piedra con dos caños y una estrella, que hay justo al lado. Cuando entramos en el hostal había un jaleo enorme. Multitud de peregrinos buscando alojamiento que, seguramente, tendrían que pernoctar en la calle porque no había sitio por ningún lado.
En cuanto llegamos, confirmamos la reserva... Nos dan las habitaciones... Y nos dicen que hoy han tenido un día con muchísimo trabajo (celebración de bautizo incluida), de modo que cerrarán la cocina a las ocho y media de la tarde (y no hay otro sitio para cenar en el pueblo)... ¡Y en ese momento eran las ocho y cuarto! Habíamos terminado de comer hacía solamente cuatro horas. Me acordé también de las palabras de Toñín que decía que no bajaba hasta las 12... Está claro que cuando las cosas se tuercen...
En fin, qué remedio, en diez minutos nos medio aseamos como pudimos y, a las ocho y media justitas, estábamos en el pequeño comedor del hostal con mesa y mantel degustando, eso sí, un excelente menú del peregrino que no desmerecía al de etapas anteriores. Los cafés nos los tomamos fuera del comedor, en la pequeña barra de bar que tienen en la propia entrada del hostal y que hace las veces de recepción, y hasta nos permitimos un "caprichito" de postre en forma de bizcocho casero de piña que les había sobrado de la celebración del bautizo.
Tras la cena, nos dimos un pequeño paseo por el pueblo, o más bien por la placita diría yo, y entramos en el abarrotado albergue de peregrinos de enfrente donde habíamos sellado nuestras credenciales por la tarde, en el momento en que llegamos al pueblo.
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Aquí intentamos, sin éxito, conectarnos a internet para dejar un mensaje en el blog, similar al que pusimos en Cirueña, pero había dos pedorras chateando con sus amigas y, cuando dejaron libre el ordenador, nos dijeron que cerraban en ese momento la conexión (las diez de la noche).
Lo que sí que nos dio tiempo a tomar fueron unos buenos pelotazos con los que remojar las penalidades sufridas en la dura etapa de hoy.
Y mañana, de paseo
Pues así ha transcurrido esta jornada. Hoy las duchas han venido después de la cena y se agradece el poder refrescar los pies, aunque sea tan tarde. La noche está algo fresquita, pero parece que los días helados han quedado definitivamente atrás. La etapa de mañana será un plácido paseo de 10 kilómetros hasta el pueblo de Castrojeriz. De alguna manera compensaremos así el desbarajuste kilométrico de hoy. Si tenemos ocasión, igual os dejamos algún mensaje en el blog, en tiempo real desde la propia etapa. ¡Buen camino!
Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de Lindsay Buckingham "Trouble")
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