
¡Hola peregrinos! Aquí estoy otra noche más con vosotros para relataros las aventuras de este día que está a punto de terminar. Como de costumbre, tengo aquí a mi lado al peregrino Juanma (que ya es un fijo de los blogs nocturnos, aquí a mi ladito portándose bien que, si no, me chivo a Bea, eh!); ahora mismo él se está embadurnando los pies con el mejunje milagroso, para prepararse para la etapa de mañana. Yo lo haré cuando acabe de escribir el capítulo del día... Por cierto, hasta ahora ninguno de Los 4 peregrinos tenemos ampollas. El mejunje nos está resultando muy, muy eficaz.
Paso a relataros cómo ha sido este día, en el que hemos tenido de todo: sol, lluvia, una cámara rota, unos gayumbos que me tenían “escocío”, un “ataque nuclear” del peregrino Toñín en el cuarto de baño... Vamos, que no ha faltado de nada.
Comienzo del día
Hoy hemos quedado para desayunar a las 8:30 horas, a fin de intentar salir sobre las 9. Probablemente, estos sean los horarios que manejemos en el resto de etapas. Así que el toque de diana se ha fijado a las 8. Yo he debido de dormir plácidamente, porque apenas si he escuchado el “serrucho” de la cama de al lado. Los que me han despertado, en realidad, han sido varios ciclistas de un club madrileño que debe estar haciendo el Camino en bici y que está alojado en nuestro hotel. ¡Qué ruidosos! Para mí que estos han dormido con las bicicletas en la propia habitación.Un paseo por el bosque
Así las cosas, salimos del hotel ya bien pasadas las nueve de la mañana dispuestos a recorrernos los 22 kilómetros de la etapa de hoy, en la que predominan las bajadas. A los 100 metros nos encontramos con un cartel que señala que quedan 790 kilómetros hasta Santiago. Tras la etapa de ayer estamos eufóricos y "sobrados" y no falta quien suelte la fanfarronada de turno sobre hacer esos 790 kilómetros de un tirón...Adiós a la cámara de fotos
Poco después del pueblo anterior llegamos a otro, Espinal, que la peregrina Laura no olvidará fácilmente. Íbamos los peregrinos Juanma, Toñín y yo por una de las aceras del pueblo hablando de asuntos de vital importancia (quién ganará la Liga, cuántas cervezas éramos capaces de bebernos en una noche, cuándo son las semifinales de la Champions, etc.), cuando escuchamos un “¡catacroc!” justo detrás de nosotros... La peregrina Laura “no sé qué porras iba mirando en la cámara de fotos” (según su marido), pero lo cierto es que la susodicha cámara decidió emprender el Camino de Santiago por su cuenta y acabó estampándose contra la acera. Todos los intentos de reanimación resultaron infructuosos y al cabo de uno o dos fotogramas más, nos dijo adiós para siempre. Lo malo es que hasta Pamplona no hay ningún pueblo grande para intentar repararla y, además, a Pamplona llegamos mañana martes, que es festivo. O sea, que hasta el miércoles solamente tenemos la cámara de vídeo del peregrino Juanma para tomar imágenes. Hoy no era nuestro día.A partir de este incidente cambió radicalmente el tema de conversación que pasó a centrarse en la capacidad del sexo femenino para el manejo de los aparatos electrónicos. El peregrino Toñín demostró un amplio y sorprendente conocimiento de la materia, aunque la peregrina Laura no parecía estar muy de acuerdo con sus teorías.
Los gayumbos asesinos
No terminaron aquí las desdichas de la jornada. Más bien, acababan de empezar... Ahora el recorrido transcurría entre prados con suaves lomas y algún que otro pueblo. En ciertos momentos nos costaba encontrar el rastro de la famosa “flecha amarilla” que guía al peregrino por el Camino. En el siguiente pueblo, Viscarret, pudimos avituallarnos algo, porque había supermercado y fuente. Rellenamos nuestras botellitas de agua, compramos unas barritas energéticas (de esas que tanto le gustan al peregrino Juanma) y la peregrina Laura se compró una pequeña cámara fotográfica desechable.¡Tormenta a la vista!
En medio del chaparrón, a mí me entró la risa tonta, no sé si fruto del dolor de los coj... por los gayumbos, o por el cansancio, o vete a saber tú por qué. El caso es que me estaba mojando como un auténtico gilipollas, pero pensé: “he acertado con la predicción... pffjajajaja... ahora soy yo el que me río... pffjajajaja” mientras veía a los demás peregrinos "corriendo" como desesperados para llegar cuanto antes al pueblo.Zubiri
Zubiri es un pueblo pequeño. Nuestra pensión está justo frente al Albergue de Peregrinos que, para variar, está completo. La pensión está muy bien: en realidad, es una casa particular en la que alquilan habitaciones. Nosotros ocupamos dos que tienen un baño compartido para los cuatro. Además, hay otra habitación (con baño) que ocupa un matrimonio de Granada. En la sala de estar de la pensión tienen un sello para poner en nuestras credenciales: nosotros mismos nos las sellamos.Una vez que nos cambiamos y acomodamos mínimamente, vamos a un bar próximo para comernos unos bocatas con unas cervecitas. Los camareros, que son buena gente, parecen algo despistados y todo hay que repetírselo tres o cuatro veces porque no terminan de enterarse... Por favor, ¡cuatro jarras de cerveza! ... ¡Cuatro jarras de cerveza, por favor! ... ¡Cuatro cervezas! ... Anda, pónganos lo que le dé la gana pero traiga algo, ¡corcho! Con estas tonterías, al final acabamos de comer casi a las seis de la tarde.
Ataque nuclear
Después de la cena regresamos directamente a la pensión. Allí nos organizamos con las habitaciones y con el cuarto de baño. ¡Uno para los cuatro! Si siendo dos ya nos armamos bastante follón, imaginaros los cuatro. Y más tras la amenaza de Toñín... “Voy a iniciar hostilidades en el cuarto de baño”. Y así fue, como él definió, “un bombardeo nuclear”. ¡Madre mía! Casi hay que desalojar la pensión... ¡Qué olor! Y nuestra habitación, justo al lado del cuarto de baño. Pero ¿qué habrá comido este peregrino hoy? En fin, que las aguas terminaron por volver a su cauce y en última instancia todos pudimos utilizar, con mascarillas eso sí, el cuarto de baño sin mayor problema.













