¡¡OE OEEEE!! ¡¡OE OEEEEE!! Lo conseguimos... Aquí estamos... Hemos llegado a Roncesvalles. Eso sí, ¡en qué condiciones! A uno le falta un brazo, a otro una pierna... Bueno, no tanto como eso pero es cierto que acabamos muy machacados. Ahora estamos aquí el peregrino Juanma y yo en nuestra habitación del hotel La Posada de Roncesvalles, que es una monada. Nos iremos a dormir dentro de un rato porque estamos agotados. Creo que ni los ronquidos de Juanma impedirán que hoy me eche un buen sueño. Porque si os cuento cómo fue la noche de ayer... Por un momento creí que se coló un oso en la habitación, jejeje. Desde anoche, el peregrino Juanma también es conocido como Serrucho Man, y no es el único mote que se ha ganado, como comprobaréis si seguís leyendo. Os cuento cómo nos fue esta jornada que ahora acaba...
Desayuno y aprovisionamiento en St Jean
Como os dije ayer, hoy hemos quedado a las 8 de la mañana en la cafetería del hotel para desayunar. Así que a las 7:30 horas nos pusimos en pie y Juanma tuvo ocasión de filmar desde la ventana de nuestra habitación las primeras imágenes del día, que se ha levantado bastante nublado pero sin lluvia. Estrenamos el traje oficial de peregrino, con concha, bordón y todas esas cosas, y también inauguramos el botecito con el mejunje milagroso. Funciona a base de espray, es tremendamente viscoso, y nos lo aplicamos sobre todo en los pies y manos (en estas últimas por aquello de que no nos salgan ampollas al coger el bordón).
En la cafetería, y como no podía ser de otra manera tratándose de tierras francesas, nos metemos un buen desayuno a base de croissants con café y zumo de naranja. Aprovechamos la ocasión para hacer un brindis por la dura etapa que nos espera. Tras el desayuno, bajamos a comprar lo que será nuestro almuerzo de hoy, ya que durante la etapa no encontraremos tiendas o comercios y necesariamente nos tocará comer en medio de la montaña. Pillamos pan, chorizo y varias botellas de agua. ¡Menudo festín que nos pegaremos!
Nos ponemos en marcha: las primeras cuestas
Pues un poquito antes de las 9 de la mañana empezamos a andar en nuestra primera etapa (son 25 km, casi todos de subida). Finalmente, la ruta elegida fue la de Napoleón, llamada así porque por ahí se colaron las tropas francesas en la invasión napoleónica. Este recorrido abandona en seguida la carretera y te mete de lleno en la montaña casi hasta las mismas puertas de Roncesvalles. Como sabéis, en esta etapa llevamos solamente dos mochilas. El peregrino Juanma y yo con una, y los peregrinos Laura y Toñín con la otra. Las dos restantes nos esperan en nuestro hotel de Roncesvalles.
El recorrido es espectacular desde el primer momento. Comienzas subiendo y prácticamente no dejas de ascender en 20 kilómetros. Solamente los últimos 3 ó 4 kilómetros (ya llegando a Roncesvalles) son de bajada. El paisaje es verdísimo, la humedad en el ambiente es muy alta y en ocasiones se forman pequeñas neblinas. Según subes, vas viendo los valles y las casitas abajo, a veces al final de grandes precipicios, casi "a vista de pájaro". El trayecto está "salpicado" de animalillos: vacas por aquí, caballos por allá, algún rebaño de cabras u ovejas que se pierde en el horizonte... ¡Qué gozada! Te entran ganas de pegarte un revolcón en esa hierba tan húmeda.
Justo a la hora de iniciar la marcha realizamos el primer relevo. Mi mochila la coge ahora Juanma, y Toñín hace lo propio con la de Laura. Quiere el azar que este primer cambio de mochilas coincida justamente con el inicio de la cuesta más pronunciada de toda la etapa, circunstancia que no pasa desapercibida para Toñín, tal y como puede escucharse en el primero de los vídeos que os cuelgo... juajuajua... ¡Qué mala suerte! Más o menos cada hora nos relevamos Juanma y yo, mientras que Toñín y Laura lo hacen cada dos horas. En uno de los momentos en que nos detuvimos para beber agua, le dejé mi bordón a los peregrinos Juanma y Toñín para que me lo sostuvieran. Los muy cabr... digo... peregrinos no encontraron mejor sitio que ponérmelo encima de un manojo de ortigas. Cuando me di cuenta de ello ya era demasiado tarde. ¡Menuda hinchazón de manos! Tuve que aplicar el remedio tradicional de lavarme las manos con agua y barro... ¡y resultó!
En estas primeras dos horas estamos completamente empapados de sudor debido al esfuerzo, pero como la mañana es más bien fría, tampoco nos aligeramos de ropa para no resfriarnos. Así transcurren los primeros kilómetros de etapa, en la que, conforme ascendemos, van desapareciendo los árboles del paisaje para quedarnos solamente con vegetación de tipo bajo sobre el suelo. Por el camino coincidimos repetidamente con otros peregrinos, adelantándonos mutuamente varias veces. Una de las pequeñas paradas que hicimos fue en un albergue de peregrinos (Untto) que hay a unos 5 km del punto de partida: la última opción para rellenar nuestras botellas de agua en bastantes kilómetros. Aquí una inglesita muy guapa nos hizo la foto de grupo que preside el blog de Los 4 peregrinos.
Paramos un rato para comer y reanudamos la marcha
Cerca de la una de la tarde, en un paraje dominado por una estatua de la Virgen, en la parte más alta del recorrido, decidimos que era un buen momento para comprobar el estado de los chorizos. En una zona relativamente llana buscamos unas rocas donde sentarnos y nos preparamos unos buenos bocatas, acompañados de agua de nuestras botellas y de unos chicles como postre. ¡Menudo lujo de comida! Cerca de nosotros había más peregrinos... Eso debía ser el "merendero" oficial.
En esa zona el paisaje era ya el propio de la alta montaña, con muy poquita vegetación y sin referencias de zonas habitadas por ningún lado. A eso de las tres de la tarde, cruzamos la frontera que estaba señalizada con un monolito donde se leía el nombre de "Navarra". Nos quedaban unas tres horas para llegar a Roncesvalles. Por cierto, que por ahí un par de caballos nos dio un pequeño susto, cuando el macho, con perversas intenciones, se puso a perseguir a la pobre yegua y ambos se detuvieron justo delante de nosotros.
Elisabeth y "Buen Camino Man"
A lo largo de estas horas de recorrido nos encontramos con bastantes peregrinos, la mayor parte de ellos extranjeros. Cada vez que te cruzas con uno de ellos, la cortesía jacobea te obliga a saludarle con la fórmula "Buen Camino". El peregrino Juanma se tomó esta regla a rajatabla, hasta el punto de que ya se ha ganado para el resto del viaje el sobrenombre de Buen Camino Man. Si se cruza con alguien, él le saluda con un "Buen Camino". Si se le acerca una inglesita preguntándole (en inglés) si queda mucho para llegar, él contesta con otro "Buen Camino". Vamos, que tenía el disco del "Buen Camino" preparado para todo el que se le acercase.
Mención aparte merece Elisabeth, una peregrina brasileña, de unos 50 años de edad, bastante menudita ella, con rasgos centroeuropeos –pelo rubio y ojos claros–, una mirada entrañable y un tono de voz más bien calmado y parsimonioso... Hacía el recorrido sola y sin mochila, pues un autobús se la llevaba directamente a Roncesvalles. La pobre tenía siempre ganas de conversación y cada vez que "enganchaba" a alguien no le soltaba fácilmente. Resultaba algo empalagosa y cansina, sobre todo teniendo en cuenta que con la paliza que nos estábamos dando, malditas las ganas de hablar que teníamos... y, además, apenas se la entendía. Si lo sabrá bien el peregrino Toñín, que fue quien más "disfrutó" de su compañía. ¡Creo que se conoce al dedillo la historia de la colonización brasileña! Además, tenía un andar tan lento, que te retrasaba si te detenías a hablar con ella. Así que, cada vez que parábamos un rato y veíamos que llegaba, era como si nos metieran un petardo en el trasero para espabilarnos a retomar la marcha. A pesar de todo, la mujer parecía bastante maja y la recordamos con cariño... Pero siempre que podíamos, "se la emplumábamos a otro grupo", jeje...
Llegando a Roncesvalles
Las últimas horas de marcha se nos hicieron interminables. Tras unas cuestas imposibles por senderos pedregosos (¡lo que nos faltaba para nuestros maltrechos pies!) llegamos al Puerto de Ibañeta, y a partir de entonces comenzamos a divisar la vieja Colegiata de Roncesvalles. También vemos a nuestra estela los diferentes grupos de peregrinos que nos siguen, dispersos, en silencio, con las fuerzas justitas y casi arrastrando los pies para llegar hasta aquí. Parecía un desfile de condenados... (y de algún modo lo era).
Aunque se percibía el fin de la etapa, lo cierto es que aún nos quedaba una horita y eran casi las 5 de la tarde. Teníamos que llegar, para la Misa del Peregrino, antes de las 6. Desde Ibañeta todo el camino es de bajada por senderos que atraviesan el bosque. Pero después de una etapa como esta, las bajadas también entrañan su peligro, ya que las piernas están sin fuerzas y tienden a doblarse solas; por fortuna, los bordones nos sirvieron de gran ayuda para apoyarnos. Un pelín antes de llegar a Roncesvalles hay un gran pedrusco (el Monumento a Roldán) conmemorativo de la derrota de las tropas francas de Carlomagno (comandadas por su sobrino Roldán) frente a los vascones, allá por el siglo VIII. Desde aquí tan solo quedan 10 minutos hasta Roncesvalles. Este trayecto lo hicimos aligerando el paso, ¡y eso que llevábamos cerca de 9 horas de caminata!
Eran las seis menos cuarto de la tarde cuando llegamos, por fin, medio arrastrándonos, medio caminando, a Roncesvalles. Aunque pasamos al lado mismo de nuestro hotel, entramos directamente en la Colegiata para asistir a la Misa. No había tiempo ni para cambiarse de calzado a pesar de que los pies nos ardían tras el esfuerzo realizado. La sensación a nuestra llegada era la del final victorioso tras una dura etapa. Sin duda, acabábamos de completar una de las etapas más duras y, a la vez, más bonitas, de todo el Camino de Santiago.
La Misa del Peregrino
Cuando entramos, la Colegiata estaba llena. Supongo que la mayoría eran peregrinos, pues Roncesvalles sólo tiene una treintena de habitantes. Se notaba bien quiénes venían desde St Jean y quiénes iban a comenzar el Camino en Roncesvalles al día siguiente. En el ambiente se percibía una mezcla de olor a incienso de la iglesia y de olor a pies de los peregrinos. Había evidencias que delataban a los que habían andado como nosotros: heridas, esparadrapos, vendas, zapatillas deportivas o chanclas (para descansar de las botas)...
Cuando comenzó la Misa, al principio intentábamos seguir el ritmo de ponerse de pie o levantarse según correspondiera, pero pasado un rato, nos apuntamos todos a la opción de permanecer sentados porque nuestros cuerpos ya no daban para más. La Misa acabó con una bendición de peregrinos que se lleva a cabo según un ritual que viene desde el medievo: en realidad, esa es la única circunstancia que la diferencia de una misa normal.
Al concluir la Misa fuimos a sellar nuestra credencial al Albergue de Peregrinos, que está justo frente a la Colegiata. El Albergue es muy bonito y amplio, con el techo abovedado. Estaban desbordados y nos plantaron un sello "bestial" en la cartilla, de tamaño doble del habitual. Si en los demás sitios nos ponen más sellos como este, nos quedamos sin espacio en la credencial. Por cierto, al salir del Albergue cayeron, muy tímidamente, las únicas gotas de lluvia que hemos visto en toda la etapa.
Después de poner el sello, caminamos los 50 metros que hay hasta nuestro hotel (distancia en la que invertimos cerca de 10 minutos, dadas las condiciones en las que nos encontrábamos) para registrarnos y entrar en nuestras habitaciones. Tras las llamaditas de rigor a nuestras queridísimas familias y novias, se agradeció, y bien, el disfrutar de unas merecidísimas duchas. Hubo tiempo antes de la cena, incluso, para tomarnos unas cervecitas fresquitas con patatas fritas en la cafetería del hotel.
La cena estuvo muy bien y la cogimos con ganas. Lástima que no prosperara mi propuesta de tomarnos algún pelotazo "jacobeo" en la cafetería ya que, cuando terminó la cena, nos fuimos a nuestras respectivas habitaciones: hoy, nuestros cuerpos no daban más de sí.
Pues así ha sido la etapa de hoy. Aquí hemos llegado, totalmente fundidos; me cuesta horrores incluso el ponerme de pie una vez que me he sentado pero mañana será otro día. Hemos estado viendo los goles de la jornada dominical de hoy y, aprovechando que tengo al peregrino Juanma a mi lado, hemos intercambiado algunas opiniones sobre el juego del Real Madrid y el del Dépor. Obviamente, creo que no nos hemos puesto muy de acuerdo, juajuajuas. Bueno, ahora nos echaremos otro poquito del mejunje en los pies y a dormir. Hemos quedado mañana a las 8:30 horas para desayunar y para pasar revista de ampollas. La etapa de mañana, hasta el pueblo de Zubiri, parece que será más tranquila pues solamente tiene 22 km, en los que predominan las bajadas. ¡Buen camino, peregrinos!
Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de Enya "Aldebaran")
3 comentarios:
Por cierto, la bolsa que le cuelga a Toñín de la mochila (en el primer vídeo) es la de la basura, que llegó, con nosotros, a Roncesvalles.
Laura si que desayunó en condiciones. Mientras los hombres tomaron un vaso de zumo de naranja, ella se tomó una jarra entera.
¡Eso! Así me quedé yo a medio desayunar... ¡Para que luego hablen de nosotros!
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