¡Hola peregrin@s!
Esta noche os escribimos desde nuestro confortable hotel de Tineo, lugar de conclusión de la corta pero a la vez eterna tercera etapa de este Camino Primitivo.
La de hoy es un buen ejemplo de cómo las condiciones meteorológicas y el estado del suelo pueden llegar a complicar una etapa aparentemente inofensiva de 20 km que se nos ha acabado haciendo verdaderamente interminable. Por mi parte, el balance es de dos caídas en el barro (en mis siete años anteriores del Camino no me había caído nunca), una inmersión, o sea, un hundimiento repentino en el barro hasta los tobillos, y un montón de rasguños en los brazos.
Por parte de Juanma, su rodilla ha acabado tocada en el día de hoy y su cámara hundida (porque ha dejado de funcionar) a causa de la humedad. El botiquín hoy echa humo...
Este ha sido el relato del desaguisado de jornada que hemos padecido hoy...
Desayuno y sello en Salas
Tras una noche tranquila en la habitación, la mañana de hoy lunes se presenta muy fresca y el cielo está completamente cubierto en Salas. En la plaza de la Campa, donde también se hallan nuestro hotel, el ayuntamiento, el palacio y la iglesia, nos acercamos a desayunar al mismo bar donde cenamos ayer ya que ofrecen buenos desayunos para el peregrino y, además, nos obsequian a cada uno con una pequeña bolsa de pícnic.
Después de desayunar, a las nueve de la mañana nos dirigimos al cercano edificio del ayuntamiento para que nos pongan en nuestra credencial el primer sello del día puesto que la iglesia está cerrada, al igual que toda la tarde de ayer, y no podemos sellar en ella.
Tras el desayuno y el sello, a las nueve y diez de la mañana iniciamos el recorrido de hoy, paralelos al río Nonaya, que nos va alejando poco a poco del pueblo. Hay 20 kilómetros hasta la localidad de Tineo y el perfil no parece demasiado complicado, así que nos tomamos la caminata con relativa tranquilidad.
Un paseo por el bosque (con cascada)
Los primeros kilómetros de hoy son verdaderamente deliciosos. Nos internamos por un profundo bosque en un ambiente cargadísimo de humedad pero sin lluvia. Todo es un fuerte verdor a nuestro alrededor. Estamos completamente solos. Ni rastro de otros peregrinos.
Vamos remontando el curso del Nonaya hasta su mismo nacimiento, en forma de cascada. Para poder verla hemos tenido que desviarnos unos pocos cientos de metros del Camino pero el paseo ha valido la pena.
Justo al salir del bosque, empieza a llover. Toca ponerse los ponchos. Son las 10.20 horas. Estamos en una zona de fuerte pendiente que nos lleva a la carretera. Tras unos minutos ascendiendo por su arcén, soportando las salpicaduras de agua de lluvia de los coches que pasan junto a nosotros, desembocamos en una pista forestal.
Lluvia y pícnic entre vacas
La pista forestal sube hasta una zona de planicie donde vemos grandes prados y algunas vacas muy juguetonas correteando alegremente. La pequeña aldea de Porciles está frente a nosotros. Son las 11 de la mañana y ya llevamos 6 kilómetros recorridos. La lluvia aparece y desaparece por momentos.
A la entrada de Porciles nos detenemos en una estructura que parece una parada de autobús o del camión lechero. Hay banco para sentarse, techo y una pequeña fuente, y no necesitamos más para abrir la bolsa del pícnic y marcarnos un receso, a base de plátano y minibocata, a ver si mejora el tiempo mientras tanto. Ocurre más bien todo lo contrario, pues llueve con fuerza y el cielo está cada vez más oscuro.
A estas alturas de etapa teníamos bastante claro que hoy iba a tocar mojarse, pero bien. Reanudamos la marcha en medio de la lluvia, siguiendo el curso de la carretera. Dos kilómetros más adelante llegamos a otra de las aldeas intermedias de hoy, Bodenaya, donde nos refugiamos unos minutos bajo una panera.
Descanso en La Espina
Sin abandonar la carretera y, lo que es peor, sin que la lluvia nos abandone a nosotros, llegamos a la población intermedia más importante de hoy, La Espina, dotada de todos los servicios de un gran pueblo. Ya habíamos parado hoy en varias ocasiones, incluidos dos desayunos, pero viendo cómo estaba el día, decidimos hacer un nuevo alto aquí.
Poco después del mediodía, nos detenemos en un bar donde anuncian comidas para el peregrino, a fin de tomarnos un café y sellar las credenciales. Aquí ya está la pareja de peregrinos extranjeros con la que nos encontramos varias veces a lo largo del Camino en el día de ayer: él con poncho rojo y ella con poncho amarillo. El semblante de todos es el propio de cuando llegas a un sitio en un día de perros. Un intercambio de sonrisas cómplices entre todos nosotros delata la crudeza de la etapa de hoy.
Juanma y yo nos pedimos sendos cafés; a ver si mientras tanto, el tiempo nos da alguna tregua. Pero nada de nada. Mirando por la ventana, solo vemos agua y más agua, acompañada en ocasiones de fuertes rachas de viento.
Al poco rato entra un peregrino francés que, tras dar un suspiro de alivio por encontrar refugio, se sienta cerca de nosotros. Intercambia algunas palabras, más en castellano que en francés, con Juanma. Este peregrino es un jubilado que lleva muchos años haciendo el Camino. Pero este es su primer Primitivo y, según él, es de los Caminos más duros que ha recorrido. Tras despedirnos de todos los presentes, reanudamos la marcha a las 12.45 horas.
Lluvia, barro y caídas
Dejamos La Espina y, con ella, la carretera, para adentrarnos en sendas y caminos de barro que atraviesan pequeñas aldeas. La primera de ellas, La Pereda, en la que destaca su ermita del Cristo de los Afligidos y un molino de agua.
En uno de los embarradísimos caminos de tierra y barro del lugar me resbalé y acabé en todo el lodazal. Tuvo que ayudarme a levantar Juanma porque con la mochila y el barro es muy difícil reincorporarse uno solo. A estas alturas de etapa la cámara de vídeo de Juanma ya se había revelado: cogió humedad y dejó de funcionar.
Entre barro y más barro alcanzamos otra aldea, El Pedregal. Por aquí dicen que las vistas son impresionantes pero lo cierto es que el día no estaba para apreciar mucho el paisaje. Nos hallamos en el kilómetro 13 de la etapa y son las 14.15 horas. La etapa se está haciendo eterna.
Otros 4 km de barrizal
A partir de aquí empieza la madre de todos los barrizales. Cuatro kilómetros de monte por la sierra de Tineo sin más referencia intermedia que el barro y unos charcos impresionantes. Y sigue lloviendo...
De nuevo, por tratar de encontrar la mejor forma de esquivar el agua de un enorme charcazo, acabé resbalándome y cayéndome en todo el lodazal. Ya van dos veces hoy. Con tan mala pata además que, para evitar caerme, me agarré a lo primero que encontré y resultó ser un zarzal. Tengo el brazo con tantos rasguños que parece un código de barras.
A la caída anterior le sucedió más adelante otra inmersión en el barro hasta el tobillo. De la mierda que llevan las botas, no se ven ni los cordones; y además, han ganado peso por el barro acumulado... ¡Qué porquería! Tienen vías de agua por todos sitios... Para ellas este será, sin duda, su último Camino. En Lugo, ¡las jubilo!
Juanma, aún aguanta... él no se ha caído todavía pero va sufriendo dolores en su rodilla desde hace un buen rato por lo que, de vez en cuando, aminoramos un poco la marcha con alguna parada. Las dos veces que me caí él me ayudó a levantarme. Ya le dije que, si hubiera sido al revés, yo primero le hubiera hecho una foto y luego le habría ayudado. Lo primero es lo primero, y hay que intentar documentar gráficamente todo lo que pase. Los dos hemos acordado que, si hay una nueva caída, se priorizará sacar una foto antes que ayudar al caído.
Tras hora y media de barrizal por fin divisamos unas casas. Se trata de la aldea de Santa Eulalia, a tres kilómetros del final de esta interminable etapa. Son las cuatro de la tarde. Además, hace unos minutos que ha parado la lluvia... Empiezan a llegar las primeras buenas noticias en mucho tiempo.
Llegada a Tineo... ¡por fin!
La ermita de San Roque, a un kilómetro de nuestra meta de hoy, nos propició otra pequeña subidita de ánimo. Desde aquí ya está casi hecha la jornada. Por cierto, que en este lugar volvimos a coincidir con nuestro amigo, el peregrino francés, que pernoctará en el albergue municipal.
Limpieza de botas
Ya en la habitación hoy nos espera más trabajo que de costumbre. Las botas y las ropas en general están asquerosas. Ni corto ni perezoso, me meto en la ducha completamente vestido, botas incluidas, abro el grifo y empiezo a ver cómo el agua sucia y el barro van desapareciendo por el desagüe. Luego repito la operación, pero esta vez sin las botas. Lo siento por el cuarto de baño, pero no es momento para remilgos...
La habitación estaba impecable a nuestra llegada. Me temo que hemos cambiado bastante su fisonomía, sobre todo la del cuarto de baño, después de la ducha de las vestimentas... Bueno, intentaremos limpiarla un poco antes de marcharnos mañana.
En las botas hemos metido papel higiénico, que renovamos cada cierto tiempo, para que absorba la humedad. La ropa está distribuida por toda la habitación por encima de sillas, radiadores y cualquier soporte que ayude a que se seque antes.
Tarde-noche en Tineo
Me temo que hoy hay pocas ganas de cachondeo. Nuestro hotel se halla en una zona residencial distante un kilómetro del centro del pueblo. Tras una pequeña siesta en la habitación, yo decido acercarme al centro porque he de echar la lotería. Así aprovecho también para comprarle a Juanma algo para la rodilla en la farmacia y para darme una vuelta por el pueblo. Ahora no llueve aunque de vez en cuando chispea un poco.
La distribución de Tineo es muy vertical. El pueblo está levantado a lo largo de la ladera de un monte y sus calles presentan varios niveles. En el centro del pueblo me llaman la atención el edificio del ayuntamiento y las casas adyacentes. Hay un bonito mirador desde donde pueden divisarse amplias panorámicas de la comarca, sobre todo cuando el día está despejado (no como hoy).
Ya de vuelta en el hotel, a eso de las nueve y media de la noche decidimos cenar en la cafetería que tenemos enfrente. Unos menús del peregrino con platos combinados, postre incluido, por nueve euros. No está mal. Tras un día como el de hoy nos relajamos un poco intercambiando mensajes graciosos de nuestras peripecias con nuestros familiares y amigos. Ahora todo se ve de otra manera, con risas y bromas. Pero cuando estábamos en plena caminata, la cosa era muy distinta...
La etapa de mañana
Bueno, pues ya hemos regresado de nuevo a la habitación. Son las once de la noche y la lluvia ha desaparecido por completo. Hoy se agradece más que nunca pillar una buena cama para descansar... Y más teniendo en cuenta que mañana nos espera la etapa reina, al menos en cuanto a distancia a recorrer, 28 km entre Tineo y Pola de Allande. La lluvia y el barro, a buen seguro, nos seguirán complicando la existencia. Pero como siempre, eso os lo contaremos... ¡mañana!
¡Buen Camino!
¡Buen Camino!
Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de Level 42 "It's over")
2 comentarios:
Espectacular la cascada en el nacimiento del río Nonaya. Providencial la parada para retomar fuerzas en La Espina. La etapa fue durísima por las condiciones climatológicas y el pésimo estado del camino; de lo cual da fé el peregrino Miguel que sufrió 2 caídas.
Una caída más, y como Jesucristo... pero sin Cruz
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