¡Hola peregrin@s! Esta noche os escribimos desde el albergue de Priesca, punto final de esta maratoniana quinta etapa del CS2019 con nada menos que 29 kilómetros desde Ribadesella. Etapa con dos tramos claramente diferenciados; el primero, un agradable paseo por las playas cantábricas hasta Colunga, en el kilómetro 20. A partir de ahí un tramo más sufrido de 9 kilómetros recorriendo los bonitos paisajes del interior asturiano hasta nuestro albergue.
Estamos a punto de iniciar una nueva partida de chinchón, pero esta vez con algo en juego. El que gane, será masajeado durante 5 minutos por los otros dos peregrinos en una etapa próxima... Yo quería que el ganador pudiera elegir el lugar del cuerpo donde desea recibir el masaje pero parece que los otros dos peregrinos no estaban muy de acuerdo y la cosa se ha quedado solo en extremidades, espalda y cuello, a elegir... jejeje... ¿Miedo a perder? Bueno, mientras dilucidamos quién gana, os dejamos con el relato de esta larga etapa...
Salida de Ribadesellla
Por tercer día consecutivo el despertador suena a las 7 de la mañana. De nuevo se ponen en marcha las rutinas habituales y, entre ellas, la de cuidar rozaduras y alguna que otra ampollita que aparecen en algún pie. Las tiritas y los mejunjes milagrosos se encargan de ello. La peregrina Isabel ya está preparada antes que nadie para que no se repita lo de ayer y deja su mochila en el cuartito que hay junto a la recepción del hotel para que la recoja el servicio de Correos. Juanma y yo caminaremos con nuestras mochilas. Por cierto, que la recepción está cerrada y al salir del hotel tenemos que dejar la llave de nuestra habitación en un cajetín.
A las 8 h abandonamos nuestro hotel buscando algún sitio donde desayunar. Hoy es festivo, 1 de mayo, y no hay muchos sitios abiertos. Finalmente damos con una cafetería con aspecto apetecible situada en una de las calles principales del pueblo, cerca de la iglesia. Desayunamos nuestras infusiones habituales con zumo y tostadas y salimos a la calle a iniciar cuanto antes esta larga etapa.
El día de hoy se presenta nublado y fresco. Ideal para caminar. Salimos de Ribadesella a las 8.45 h, cruzando el puente sobre el Sella, meta del famoso descenso internacional de piraguas del primer domingo de agosto.
Poco a poco vamos dejando atrás el pueblo y acercándonos a la playa de Santa Marina. Qué bonita es, más si cabe con los colores del día en este momento... ¡y qué vistas se contemplan desde aquí! Mejor despedida no podía hacernos esta preciosa villa marinera.
Tras la playa, el Camino discurre por barrios residenciales que nos van sacando, casi sin enterarnos, de esta población.
Los primeros kilómetros de hoy
Tras salir de Ribadesella el recorrido sigue una carretera local que sube hacia el monte hasta rebasarlo por el otro lado. En algunos momentos nos encontramos con fuertes repechos que nos hacen ir con la lengua fuera. Este monte es el que se ve en la parte izquierda de la panorámica de la playa de Ribadesella.
Arriba está la población de San Esteban de Leces, en el kilómetro 5 de la etapa, con un albergue que está algo apartado del recorrido por lo que pasamos de largo. En este pueblo nos llama la atención una casa de piedra con un llamador singular. A partir de aquí iniciamos un descenso hacia el mar, que ya se divisa en nuestro horizonte.
Dos kilómetros más adelante, tras seguir un camino empedrado, llegamos a la bonita aldea de Vega, a orillas del mar. Esta población cuenta con unas cuantas paneras (esto es, hórreos asturianos ) y algunas de ellas tienen macetas "vestidas" de forma curiosa, algo que ya vimos en la etapa de ayer.
En el pueblo también hay un albergue de peregrinos atendido por una mujer extranjera muy amable que nos ofrece té y café, y que conversa un ratito con nosotros. Como le decimos que nos alojaremos en el albergue de Priesca, nos da recuerdos para su hospitalera. A las once menos diez, tras sellar las credenciales en el albergue, reanudamos la marcha. Al igual que ayer, hoy también vemos bastantes peregrinos por el camino.
El recorrido sigue paralelo a la playa de Vega, primero por una zona de chiringuitos próxima al pueblo en la que destaca una casa con un besugo incrustado. Y luego, por un caminito de tierra que se alza sobe la playa.
Dos kilómetros después la pequeña aldea de Berbes nos recibe con un entramado de señales con distancias kilométricas y un cartel que dice (en bable) que Berbes es un pueblín del paraíso donde se juntan el cielo con la tierra y el monte con el mar, y donde nadie es forastero. Curioso lugar. Desde aqui nos quedan unos 20 kilómetros para acabar la etapa. Son las 11.45 horas.
Esta etapa parece un catálogo de playas...
El significado del cartel de Berbes empezamos a comprenderlo al seguir avanzando... Tras un precioso tramo de monte accedemos de nuevo al mar... ¡Otra playa! Y después de esa... ¡otra más! ¡Y otra! Hasta cinco playas, una detrás de otra, distribuidas por los siguientes ocho kilómetros: Arenal de Moris, La Beciella, Moracey, La Espasa, El Barrigón y La Isla.
Así vamos alternando tramos de playa con otros de paseo costero. Además, el carácter festivo de esta jornada hace que continuamente veamos gente, y no solo peregrinos, caminando por aquí. Qué mejor sitio para pasear cuando no hay que ir a trabajar...
Cerca de las dos de la tarde llegamos al pueblo de La Isla, en el kilómetro 17 de etapa, que marca el fin de la fiesta playera. A partir de aquí el Camino gira hacia el interior y discurre por una larguísima recta del arcén de la carretera general que nos llevará hasta la población de Colunga, capital del concejo.
Comida en Colunga
Esa larga recta por la carretera hacia Colunga fue quizás el momento menos vistoso de la etapa de hoy. Lo único destacable en ese pequeño tramo fue un grupo de burritos que vimos sobre la hierba y, sobre todo, uno de color blanco. A las 14.40 h divisamos la torre de la iglesia del pueblo y poco antes de llegar a ella encontramos un sitio muy animado donde comer.
En las etapas largas solemos comer de bocatas porque es más rápido y no perdemos demasiado tiempo. Sin embargo, hoy 1 de mayo, parece que todo el mundo está en la calle y la cafetería donde entramos está abarrotada. Tardan mucho en atendernos y apenas conseguimos hacernos un hueco en la barra para comernos, eso sí, unos bocadillos enormes y muy buenos. El mío, de bonito con tomate... ¡riquísimo! Ya puestos, como no hacen más que sacar postres para un grupo numeroso de personas que deben de estar de celebración, nos pedimos nosotros también una porción de una suculenta tarta.
A las cuatro menos cuarto de la tarde reanudamos la marcha por las calles de Colunga. Estamos en el kilómetro 20 de etapa y nos faltan, pues, ya solo nueve para llegar al final.
Paisajes de interior
A partir de Colunga el Camino sigue por pequeñas carreteras locales y el paisaje cambia notablemente respecto de lo que hemos estado recorriendo todo el día. Regresamos al típico paisaje de interior con prados y lomas verdes, las montañitas al fondo... y simpáticos animalitos observándonos como espectadores a nuestro paso.
Pero también en esta parte de la etapa empieza a pesar en las piernas la acumulación de kilómetros del día... y de la semana. Hoy estamos con mochilas y eso se nota también. Además, el trayecto es de continuas subidas y bajadas.
Estos últimos kilómetros de etapa recorren parajes solitarios. Antes de llegar a Priesca pasamos junto a algún caserío y atravesamos las pequeñas aldeas de Pernús y La Llera, ambas con iglesias que recuerdan mucho a la que veremos en Priesca. Estamos en los últimos coletazos de la etapa.
Llegada al albergue de Priesca
Por fin, unos minutos después de las seis de la tarde, casi sin darnos cuenta, estamos junto a la iglesia de San Salvador de Priesca y, frente a ella, el albergue de peregrinos donde nos alojaremos. Estamos molidos, sobre todo una peregrina que yo me sé pero... ¡Etapa concluida! Otros 29 kilómetros a la buchaca.
Justo a nuestra llegada estaban organizando una visita a la iglesia, así que nos metimos dentro junto con más peregrinos. La iglesia de San Salvador de Priesca data del siglo X y es la más tardía de las iglesias prerrománicas asturianas. Yo me salí antes para ir adelantando los trámites de registro en el albergue que está a solo cincuenta metros.
En el albergue coincidimos alrededor de una veintena de peregrinos, casi todos extranjeros menos nosotros, que fueron llegando a lo largo del día. La encargada nos explicó el funcionamiento del mismo y rápidamente empezamos a notar la diferencia entre estar alojados en un hotel de varias estrellas y en un albergue de peregrinos...
Tras sellar nuestras credenciales en el albergue arreglamos con la encargada los detalles de la recogida de las mochilas para que Correos nos las traslade hasta nuestro hotel de Gijón en la superetapa de mañana pues, como ya habíamos decidido antes de partir de Madrid, esa etapa la haremos todos sin mochila.
La vida en el albergue
Como decía antes, quienes estamos acostumbrados a alojarnos en hoteles y hostales a lo largo del Camino notamos rápidamente las incomodidades de hacerlo en un albergue, por muy bien preparado que esté.
Nada más llegar al albergue de Priesca, nos obligan a descalzarnos y dejar las botas en unas taquillas abarrotadas de la planta primera, la de la entrada, donde también están la cocina, el comedor, los servicios y las duchas.
Nos asignan una habitación triple para los tres, en la planta segunda, pero no podemos subir las mochilas porque —por razones de higiene— hay que dejarlas previamente en otra taquilla, estrechísima, que hay en una especie de almacén de la planta baja (sótano), o sea, dos plantas por debajo de la habitación.
Esto conlleva coger de la mochila, con todo el jaleo que eso supone —y más cuando el espacio para moverte entre las taquillas es mínimo— las cosas imprescindibles para llevar a la habitación (por ejemplo, neceser de aseo, muda y pijama) porque no puedes meter prácticamente nada en ella ya que no tiene ni armario; tan solo una silla y una pequeña mesa.
Ni os cuento la gracia que hace cuando abres la taquilla... luego la mochila... buscas algo en ella... sacas todas las cosas para encontrarlo... coges lo que necesitas... vuelves a colocarlo todo dentro... cierras la mochila... la metes como puedes en la taquilla (y eso si no está el de la taquilla de al lado porque los dos se estorban)... cierras la taquilla... subes a la habitación y descubres que... cago'en todo... ¡me he olvidado en la mochila la toalla! Otra vez a bajar dos plantas... abrir la taquilla... abrir la mochila...
Cuando conseguimos acomodarnos medianamente en la habitación surge otra odisea... ¡La de las duchas! Juanma bajó el primero a ducharse y no se complicó la vida... se metió en la primera ducha que vio libre... Era una de mujeres... jajaja... Yo fui a ducharme a la de hombres pero estaba ocupada por una peregrina...
Tuve que esperar a que terminara y veo que en la ducha no hay sitio ni para dejar el jabón. ¡Madre mía! Si aquí no hay espacio ni para darte la vuelta... Imaginaros para dejar las cosas... En la foto anterior podéis ver la ventana de nuestra habitación (esquina superior izquierda) con la toalla azul, la ropa y las zapatillas de Juanma empapadas... Jajaja...
El albergue parece una especie de comuna hippie. Hay una cierta sensación de caos por todos lados... lo mismo te cruzas con una peregrina medio en bragas o con otro que pasa con los gayumbos al aire para tender la ropa sucia.
¿Y qué tal para la comida? Pues el servicio de cafetería es simple. Hay una máquina expendedora de bebidas por monedas. Si no llevas monedas sueltas de euro, no bebes.
Como mañana hay que madrugar mucho, hemos cenado muy pronto, a las ocho, como la mayoría de peregrinos. La cocina tiene un poquito de todo. Si llevas comida, la puedes cocinar libremente. Si no llevas, como es nuestro caso, puedes comprar lo que quieras de las existencias del albergue. Nosotros nos hemos cenado una buena pizza con patatas fritas en esa especie de torre de Babel que es la cocina a la hora de la cena, con cada grupito hablando en un idioma. Estuvimos departiendo amigablemente con un par de peregrinos que ya se conocen de más etapas. Uno de ellos es francés y viene haciendo el Camino desde cerca de Burdeos; pero él seguirá mañana la ruta del Camino Primitivo de modo que no llegará a Gijón sino a Oviedo.
A las nueve de la noche regresamos a nuestra habitación de esta singular y surrealista estancia. En eso no podemos quejarnos ya que tenemos una habitación solo para nosotros cuando otros tienen que compartir habitaciones con muchas más camas. La pega es que hay que ir a la planta de abajo para hacer pipí. Juanma e Isabel se piden las literas y yo me quedo con la cama suelta. Ahora estamos con los cinchones que os comenté al inicio de este artículo. Mañana sabréis quién ha ganado porque la cosa anda hoy más igualada que otros días...
La superetapa de mañana
Pues hasta aquí la historia de esta gran etapa, mezcla de sensaciones... playa por la mañana... campo por la tarde... y surrealismo absoluto por la tarde-noche. Mañana, la etapa reina de todos los Caminos. Ninguna ha sido tan larga como la etapa de mañana... ¡38 kilómetros hasta Gijón! Hasta la encargada del albergue se sorprendía de que termináramos la etapa en Gijón ya que, según ella, hay 40 kilómetros y la gente suele quedarse antes, en la población de Peón.
Para encontrar nuestro récord de distancia recorrida en una etapa hay que retroceder hasta el Camino Aragonés, en 2012, cuando, en una etapa plagada de despropósitos, anduvimos treinta y pico kilómetros para llegar a Monreal, en Navarra... Ni siquiera sabemos exactamente cuántos kilómetros hicimos ese día porque estuvimos algunos de ellos dando vueltas... pero estimamos que debieron ser 32 o 33.
La etapa de mañana la haremos, como la que concluyó en Ribadesella, sin mochilas (solo con la mochilita de Isabel que nos turnaremos Juanma y yo). Es algo que ya estaba decidido desde Madrid. Además, mañana madrugón: el despertador sonará a las 6.30 horas. ¿Llegaremos a Gijón? ¿Vivos y de una sola pieza? Ya sabéis, la respuesta... ¡Mañana! ¡Buen Camino!
Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de Pink Floyd "Comfortably numb")
1 comentario:
Etapa de contrastes. Por la mañana recorrimos una sucesión de hermosas playas en la que hubiéramos parado a disfrutar si la etapa hubiera sido más corta. Por la tarde paisaje de interior con bonitos prados y variedad de animales. Y finalizamos en Priesca donde tuvimos la suerte de visitar la iglesia de San Salvador que es una auténtica joya.
El alojamiento en el albergue fue toda una odisea y podemos dar gracias que cenamos muy bien y tuvimos una habitación con vistas para nosotros 3 solos.
Publicar un comentario