domingo, 6 de mayo de 2012

CS2012 — Etapa 7 (Camino de Puente la Reina de Navarra)



¡Hola peregrin@s! Hoy os escribimos ya desde Madrid, adonde hemos llegado a primera hora de la tarde de hoy. Ayer recorrimos la última etapa del Camino Aragonés, la más larga, treinta y un kilómetros entre los pueblos navarros de Monreal y Puente la Reina con predominio de terreno llano y tiempo muy variable: vamos, quita y pon de ponchos... Ya sabéis... Me lo quito... Me lo pongo... Me lo vuelvo a quitar... Atrás han quedado 162 km recorridos en siete etapas entre Somport y Puente la Reina.

El relato de la última etapa comienza con los preparativos habituales de cada mañana: Juanma y yo nos levantamos algo antes de las ocho... aseo... mejunjes para los pies... mejunjes para los brazos... Nos acordamos de lo bien que se dormía esta noche en estas camas tan blanditas... En fin, a las nueve menos cuarto más o menos nos reunimos en el comedor de la casa rural con Toñín, Laura y el peque para degustar un suculento desayuno casero a base de tostadas (horneadas en horno de leña) con mermelada, café y zumo. Y, además, compartiendo la única mesa que hay en el comedor con las dos peregrinas alemanas que no hablan ni papa de español y que solo se han tomado un vaso de leche... Así no llegarán muy lejos...

Comienza una última etapa plagada de pueblecitos intermedios

A las nueve y media de la mañana nos disponemos a recorrer la última etapa del Camino 2012. Laura y José A. se montan en el coche para irse hacia Puente la Reina: el dueño de la casa rural les ha orientado sobre la ruta a seguir porque no es tan fácil como en las etapas anteriores y hay que combinar varias carreteras.

Los tres peregrinos arrancamos de inmediato desde Monreal. Como en los últimos días, Juanma y Toñín lo hacen sin mochila porque todavía siguen con sus lesiones y con sus males... Estos, que no aguantan nada...

La etapa de hoy está plagada de pueblecitos intermedios, la mayoría de ellos prácticamente sin servicios. La mañana es agradable: aunque no llueve, el cielo está muy nublado y la temperatura es suave.

Los primeros kilómetros de la etapa son completamente llanos y discurren por una senda que atraviesa campo y tierras de labor. Atrás queda la silueta de Monreal, caracterizada por La Higa, que es la montaña junto a la que se asienta el pueblo.

Tras cruzar una pequeña zona de monte, en seguida divisamos el primer pueblo intermedio de hoy: Yárnoz, del que sobresalen su torre medieval del siglo XIV y su iglesia del siglo XVI. Y dos kilómetros más adelante, otro pueblecito, Otano.

Cuatro kilómetros después, a las doce y media de la mañana, atravesamos una zona más boscosa y llegamos a un nuevo pueblo, Gerendiain. Aquí el entorno es especialmente bonito, muy verde, con algún monumento que nos recuerda que estamos en la sierra de Alaiz. Este pueblo cuenta con una iglesia medieval, la de San Juan Bautista, y cerca de ella una fuente donde aprovechamos para remojar los gaznates.


Un alto en el camino para comer

El siguiente pueblo de la etapa, Tiebas, es el elegido para almorzar. Los cuatro kilómetros que lo separan del pueblo anterior discurren por una pista de tierra totalmente llana. El paisaje se abre por momentos y podemos divisar a lo lejos el Alto del Perdón, por donde pasamos el primer año al hacer el Camino Francés. Alguna que otra gota de lluvia y el estruendo de algún trueno nos animó a ponernos los ponchos, por si acaso, cuando teníamos Tiebas a la vista. A la una y media hacemos entrada en la villa.

Se nota que este pueblo ya tiene más entidad que los anteriores; cuenta, además, con los restos de un castillo a las afueras y con una iglesia del siglo XIII (Santa Eufemia). Entramos en el pueblo pasando precisamente al lado de esta iglesia.

Este pueblo cuenta con albergue de peregrinos, así que aprovechamos para poner el primer sello de hoy en las credenciales. En una cafetería de aspecto moderno nos comemos unos bocatas aderezados con unas cremitas de orujo. Y por cierto, nuevamente coincidimos con las dos peregrinas alemanas de Monreal que están almorzando en una mesa cercana a la nuestra. Nos reconocen y las saludamos caballerosamente...

Como viene siendo habitual en el Camino de este año, en esta etapa debemos elegir también entre dos rutas. Pero en esta ocasión, y tras tener en cuenta el consejo del hospitalero del albergue, decidimos variar nuestra intención inicial. Para ir hacia el siguiente pueblo importante de hoy, Enériz, tomaremos la ruta que va por Muruarte, Olcoz y Añorbe en lugar de la prevista por Campanas, Biurrún y Ucar (esta última más pegada a la carretera). En el mapa de situación de arriba pueden verse ambos trazados.

Y de postre, una buena granizada

A las dos y media de la tarde, cinco minutos después que las alemanas, reanudamos la marcha. El cielo se está poniendo de un gris amenazador y cada vez sentimos los truenos más fuerte. Se acerca una buena tormenta.

A las tres de la tarde, justo un ratito después de adelantar a las peregrinas, a la altura de un nudo de carreteras, se dispara el gran chaparrón. Primero un fuerte aguacero seguido de una espectacular granizada. Nos da tiempo a refugiarnos debajo del puente de la autopista. Las peregrinas alemanas hacen lo propio debajo de otro puente del nudo de carreteras, cien metros más atrás que nosotros. Aquí las perdimos de vista definitivamente.

Tras la granizada salió el sol y reanudamos el camino hacia el ya cercano pueblo de Muruarte de Reta donde hicimos un descanso en un parque para quitarnos los ponchos, porque parecía que el día se despejaba.




El Camino hacia Enériz

Las dos horas siguientes discurrieron por sendas, caminos, veredas y desmontes rodeando los pequeños pueblos de Olcoz —con una interesante torre— y Añorbe —donde destaca su parroquia de La Asunción— hasta llegar a la población de Enériz a las cinco de la tarde. Quedan solo diez kilómetros para el final de etapa y del Camino.

Parecía asentarse el tiempo soleado e, incluso, el calor comenzaba a apretar por momentos. Así que nos dirigimos al bar del pueblo para hacer un pequeño descanso y tomarnos unos refrescos. Aprovechamos para departir un rato con el dueño hablando de cosas del Camino y de otras más futboleras, como por ejemplo, los apuros del Osasuna este año para mantener la categoría.

Saldada nuestra deuda con Eunate

Reanudada la marcha por un apacible sendero en ligero descenso, a las seis de la tarde llegamos a uno de los lugares más emblemáticos de todo el Camino: la iglesia de Santa María de Eunate, una verdadera preciosidad por su construcción y localización.



Se halla en un sitio completamente aislado, habilitado como zona de esparcimiento, y desde luego, vale la pena visitarla. Además tuvimos la suerte de encontrarla abierta de modo que pudimos verla por dentro. Cuenta con un albergue anexo, donde sellamos nuestras credenciales.

En nuestro primer año de peregrinos pasamos muy cerca de aquí, a dos kilómetros, vimos la señalización pero no pudimos visitarla porque ello implicaba desviarnos demasiado de nuestra ruta (y entonces no contábamos con coche de apoyo).

Así que, con nuestra visita en este Camino hemos saldado una deuda pendiente con esta preciosa iglesia. A las seis y media reanudamos la marcha.


Nos unimos al Camino Francés con más granizadas

Es salir de Eunate y de nuevo el cielo comienza a oscurecerse. Escuchamos truenos nuevamente y... ¡a ponerse los ponchos, que otra vez toca! A las siete de la tarde entramos en el pueblo de Óbanos, lugar donde se unen los Caminos Francés y Aragonés. Puede decirse que aquí, más que en Puente la Reina, acaba el Camino Aragonés.

Inevitablemente este lugar nos recuerda nuestros pasos cinco años atrás por esta misma población. La iglesia, la plaza, la cruz y el arco medieval que hay en la plaza... Se nota ya mucha mayor presencia de peregrinos desde que pisamos Eunate.

Entre tanta contemplación y morriña, el cielo se sumó a la fiesta y nos despidió del Camino con dos nuevas granizadas, ambas en Óbanos, de las que pudimos refugiarnos a duras penas debajo de un tejado.

Final del Camino en Puente la Reina

Los dos últimos kilómetros de Óbanos a Puente la Reina discurrieron por el arcén de la carretera bajo una fina lluvia de modo que este Camino lo hemos terminado con el poncho puesto, como ya nos ocurriera con el Camino Francés. Hemos llegado al hotel a las ocho de la tarde y en la misma puerta nos estaban esperando Laura y el pequeñín.

El sello de Puente la Reina lo hemos puesto donde la vez anterior, en el albergue de peregrinos que hay justo a la entrada del pueblo. Nuestro hotel también fue el de la otra vez que estuvimos aquí. ¿Y podéis creeros que, como la vez anterior, también querían que Juanma y yo compartiésemos una cama de matrimonio? Menos mal que la presión de Laura fructificó y consiguió que nos dieran una habitación doble para los dos. Por cierto, que en este hotel todavía deben de recordar los ronquidos de Serrucho Man de hace cinco años, jejeje. Algún lugareño piensa que es una leyenda urbana pero yo sé que no lo es, jejeje...

Como el tiempo no estaba para muchas alegrías, apenas si hemos salido del hotel. Tras asearnos debidamente, hemos pasado al comedor para cenar.

En el hotel se nota un ambiente jacobeo mucho mayor que en ninguno de los sitios donde hemos estado esta semana. Tras la cena, una sucesión interminable de pelotazos ha puesto el digno colofón a nuestra aventura navarro-aragonesa. Con brindis incluidos.

Regreso a Madrid

Como suele ocurrir, el buen tiempo llega cuando uno se tiene que marchar. Nuestro regreso a Madrid se ha producido en la mañana de hoy, bajo un cielo azul y un sol radiante, en el coche de apoyo. Un poco apretaditos conmigo al volante, Toñín a mi lado, y Juanma, Laura y el pequeñín José Antonio en los asientos traseros... Así hemos vuelto los... ¿cinco? Bueno, en realidad los seis, porque Laura viene con otro peque: Alejandrito. ¿Será también peregrino algún día?

¡Buen Camino!


Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de The Turtles "Happy together")



Otras entradas del blog relacionadas con esta etapa:

viernes, 4 de mayo de 2012

CS2012 — Etapa 6 (Camino de Monreal)



¡Hola peregrin@s! Hoy hemos concluido la penúltima etapa del Camino Aragonés, y ¡qué etapa! En principio iban a ser 30 km pero al final, y tras perdernos hasta ¡cinco veces! nos hemos metido fácilmente dos o tres kilómetros más de propina por lo menos. Vaya desastre de día. Ahí va el relato de una jornada plagada de despropósitos...

Comienza la etapa

El día amanece algo fresco y nublado. Hoy el tema de aplicarnos los mejunjes se dilata más de lo habitual porque, además del habitual remedio antiampollas, Juanma y yo nos untamos la crema solar en los brazos, que siguen del color de los centollos. A las ocho y media nos reunimos con el resto de la expedición en el pequeño hall de nuestro hotel sangüesino para desayunar café, zumo y tostadas.

A las nueve y media de la mañana iniciamos la etapa. Antes nos despedimos de Laura y el peque, quienes se quedarán aún unas cuantas horas más en Sangüesa.

Un lindo caracol, sin duda premonitor de nuestro ritmo en la etapa de hoy, nos despidió de Sangüesa en la puerta misma del hotel.

Hoy hay abundancia de pueblos intermedios a lo largo de la etapa, pero todos muy pequeños. La etapa tiene un perfil de suave ascenso hasta las proximidades del monte Loiti, momento en que el recorrido se empina bruscamente. Una vez que hagamos cima (puerto de Izco), el trayecto hasta la meta de hoy, Monreal, es de un continuado y suave descenso. En total, 30 km. Nuestra idea es intentar almorzar en la zona del monte Loiti.

Juanma y Toñín andarán de nuevo sin mochila. Yo sigo con la mía, donde llevaré los restos de los bocatas que nos sobraron ayer. De nuevo en esta etapa tendremos que elegir entre dos posibles rutas, la que va por la foz de Lumbier —más llana y hermosa pero también más larga— y la que se desvía a la salida de Sangüesa por Rocaforte, más corta pero también más sosa y montañosa.

A poco de salir de Sangüesa vemos el desvío de la ruta alternativa que va por Rocaforte. Nosotros pasamos de largo porque nuestra intención es ir por la ruta principal atravesando la foz de Lumbier, aunque sabemos que esta ruta está muy mal señalizada en algunos tramos...

El primer tramo de recorrido es muy soso, por el arcén de la carretera de Pamplona, con bastante tráfico. Al cabo de una hora llegamos al primer pueblo intermedio del día, Liédena, que cruzamos en un visto y no visto.

La foz de Lumbier

Al salir de Liédena llegamos a una vía verde sobre un antiguo recorrido ferroviario que nos introduce en la foz de Lumbier. No nos resultó sencillo llegar hasta la foz, porque, en un principio, elegimos un sendero equivocado que nos metió en una finca particular. Fue su dueña la que nos indicó el camino correcto. Así que tuvimos que dar media vuelta y desandar unos trescientos metros.

Una vez recuperado el camino adecuado en seguida llegamos a la foz de Lumbier. Se trata de un precioso cañón excavado por el río Irati, afluente del Aragón, al que se accede tras atravesar un par de túneles sin iluminación.

Como ya estábamos advertidos de esta circunstancia, nos hemos traído de Madrid linternas apropiadas para este momento. Bueno, la mía es la típica linternita de tres euros que venden en el Decathlon que, aunque apenas ilumina, por lo menos, indica mi posición.

El paraje es realmente bonito, con paredes montañosas verticales donde anidan buitres leonados y alimoches. De vez en cuando uno de estos bichos te sobrevuela en vuelo rasante y siempre te queda la duda de si te está observando por mera curiosidad o te percibe como una potencial comida. Sin duda estábamos ante el momento más agradable de la etapa.


Poco más de un kilómetro duró este plácido paseo hasta que salimos de la foz hacia el lado donde está el aparcamiento. Aquí nos volvimos a perder por un momento y dimos un rodeo innecesario antes de llegar al pueblo de Lumbier que nos dio la bienvenida con su puente medieval.

A las afueras de este pueblo nos detuvimos un cuarto de hora en un bar para sellar las credenciales y tomarnos unos cafetitos antes de reanudar la marcha. Es la una de la tarde y el cielo se torna grisáceo por momentos pero, de momento, no cae ni una gota de lluvia.

¿Cuántas veces nos hemos perdido hoy? ¿Dos? ¿Tres? ¿Cuatro?

Es la una y media de la tarde. Nos vamos acercando a la ladera del monte Loiti siguiendo caminos de concentración. Atrás quedan Lumbier y su foz.

A las dos de la tarde llegamos a la pequeña aldea de Nardués y aquí empiezan los problemas. Sabemos que la reciente construcción de la autopista ha modificado el trazado del Camino. Interpretamos mal una señal y nos metemos en medio del monte siguiendo una pista forestal que parece no llevar a ningún sitio.

Tras media hora de caminata, en ascenso, y cuando nuestra inseguridad era más que notoria advertimos la cercana presencia de un coche que se acerca. Es un todoterreno y paramos literalmente a su conductor. Aunque no es de la zona, él lleva un GPS y nos confirma que vamos en dirección equivocada. Amabilísimamente nos recoge en el coche y nos deja de nuevo en la aldea de Nardués.

Decidimos seguir por la carretera hasta el pueblo (o, más bien, aldea) de Aldunate, a solo un kilómetro. No se ve ni un alma ni hay un solo sitio para comer. Como son las tres y media de la tarde, sacamos los restos de los bocatas de ayer, con el pan ya un poco duro, y nos ponemos a comerlos sentados en un banco del pueblo.

Pasadas las cuatro de la tarde reanudamos la marcha. Pero el camino que emprendemos, por en medio del campo, no lleva a ninguna parte ya que parece conducirnos a las vallas de la autopista. Otra vez damos media vuelta. Tiramos para el otro lado... Tampoco es por aquí...

Nos cuesta llevar la cuenta de las veces que nos hemos perdido en esta etapa. Me salen cinco.

La desesperación empieza a hacer mella en nosotros así que, finalmente, y tras mandar a tomar por c... más de una vez los mapitas de nuestro cuaderno de viaje decidimos ir por lo seguro... Seguir por el arcén de la carretera hasta Izco, el primer pueblo que está al otro lado del monte Loiti.

Todo este follón es por culpa de las obras de la autopista a Pamplona que han interrumpido el trazado del Camino...

Seguimos dando más vueltas que un tonto

Pues dicho y hecho. Por el arcén de la carretera, así nos hemos subido el monte Loiti. Por si fuera poco, la cuesta de subida al monte era más que notable. Por fin, a las cinco y cuarto de la tarde llegamos al puerto de Izco, en lo alto del monte Loiti.

Aquí vemos en seguida la señal del desvío a Izco y, a nuestra izquierda, aparece un camino por el que vienen varios peregrinos. Sin duda ese era el camino correcto y, sin duda, la señal que malinterpretamos en Nardués era la del camino correcto. Menuda sensación de haber hecho el tonto...

Y solo faltaba que nos cayese una chupa de agua...

Desde el alto del monte Loiti hasta el pueblo de Izco hay un fuerte descenso de un kilómetro. Izco nos recibe con un bonito crucero. Conforme nos adentramos en la villa, el cielo ya no está gris, sino que está completamente negro. Entre truenos y las primeras gotazas de un gran chaparrón aceleramos el paso y nos refugiamos, a la carrera, en el albergue de peregrinos. Era lo único que nos faltaba hoy, que nos pillara una tromba de agua como esta.

Aunque apenas si estamos viendo peregrinos estos días, sí que había unos cuantos en el albergue de Izco, entre ellos un par de peregrinas alemanas que, pese a quedarse detrás de nosotros en este albergue, aparecerían "por arte de magia" en el final de etapa de hoy, en Monreal (me parece que han hecho trampa).

Antes de retomar la marcha, a las seis menos cuarto, hemos sellado en el albergue de Izco las credenciales. A nuestra salida, el cielo seguía encapotado pero al menos ya había parado de llover. Dos kilómetros llanos en línea recta nos llevaron hasta el pueblo siguiente, Abinzano.


Tanto Izco como Abinzano son pueblecitos pequeños que cuentan con iglesia parroquial y poco más. La de Izco es del siglo XIII.

Por fin en Monreal, pasadas las ocho

Desde Abinzano hasta el final de etapa hay poco más de seis kilómetros de suave descenso. Entre medias otro pueblo, Salinas de Ibargoiti, por donde pasamos a las siete y media de la tarde con un gran rebaño de ovejas dándonos la bienvenida.


En el curso de la tarde de hoy, Laura nos ha llamado un par de veces desde Monreal preocupada por nuestra tardanza. El dueño de la casa rural también se mostraba muy extrañado de que empleásemos tanto tiempo para hacer esta etapa.

Por fin, pasadas las ocho de la tarde, y tras un último tramo de bonitos paisajes que ha discurrido entre vegetación y pinares, hemos llegado a Monreal con la lengua fuera. ¡Vaya etapita que nos hemos marcado hoy!

Entramos en esta bonita villa pasando cerca del puente medieval y rodeando la iglesia. Justo en frente de nuestra casa rural está el centro cultural que hace las veces de albergue de peregrinos: aquí sellamos nuevamente las credenciales. Desde la terraza de la habitación Laura y el peque José A. nos vieron llegar.

Una vez acomodados en nuestras preciosas habitaciones, hubo tiempo para unas duchitas rápidas antes de bajar a cenar a partir de las nueve. Los dueños de la casa nos explicaron que ya casi nadie va por la ruta que hemos seguido en la etapa: la mayoría de peregrinos va por la de Rocaforte, mucho más corta. De ahí su sorpresa por nuestra tardanza.

Por cierto, en esta casa rural también se hospedan las peregrinas alemanas del albergue de Izco. Ellas no bajan a cenar porque están fundidas, según parece (y eso que sospechamos que el último tramo lo han hecho en taxi). Nosotros sí que hemos cenado y, además, muy bien. La comida es casera y la preparan los propios dueños.

Por la noche, fue el dueño de la casa quien nos recomendó un sitio donde tomar alguna copeja en el pueblo. Juanma se quedó en la habitación de modo que salimos solamente Toñín y yo, pero únicamente un ratito porque hoy no estamos para muchos trotes. Unos buenos pacharanes de esta tierra pusieron el colofón a la jornada.



Y mañana, el final (con 31 km más)

Y así ha transcurrido la maratoniana jornada de hoy. Mañana sábado tendremos la última etapa del Camino Aragonés: 31 kilómetros hasta Puente la Reina. Un poquitín antes del final, en Óbanos, nos uniremos al Camino Francés que ya recorrimos en nuestro primer año. Y el domingo por la mañana, nos volvemos para Madrid como hemos venido: en el coche de apoyo. El mismo domingo por la noche os contaremos esta última etapa. ¡Buen Camino!


Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de Alan Parsons Project "Games people play")







jueves, 3 de mayo de 2012

CS2012 — Etapa 5 (Camino de Sangüesa)



¡Hola peregrin@s! Hoy hemos recorrido la primera de las tres largas etapas que pondrán fin al CS2012. Desde esta tarde ya estamos en Sangüesa (Zangoza en vascuence), en Navarra, adonde hemos llegado con los brazos medio quemados por el sol tras sufrir no pocas penalidades a lo largo de la jornada de hoy. Antes de acostarnos vamos a echarnos unas cremitas en los brazos (y no precisamente de orujo)... La noche puede ser larga.

¿Y la jornada de hoy? Pues como de costumbre, pasadas las ocho y media de la mañana, hemos quedado en el pequeño hall de nuestro hotel para desayunar. El ritual de impregnarnos los mejunjes ha sido más largo de lo habitual: Juanma ya tiene alguna ampolla en los pies y hoy no llevará mochila. Toñín, que sigue con sus molestias en la rodilla, tampoco la llevará.

Antes de que Laura nos acerque con el coche hasta Artieda para iniciar la etapa, nos hemos avituallado con unos bocadillos para el camino en un bar cercano. Ha sido Toñín quien ha ido a recogerlos mientras el resto de la expedición preparábamos el coche. Nuestro hotel está justo al final del puente metálico que cruza el río Aragón y nos separa del casco viejo del pueblo.

Inicio de etapa en Artieda

Tras media hora de trayecto en coche, pasadas las diez y media, ya estamos junto al albergue de Artieda listos para iniciar la etapa. Laura regresa en el coche con José Antonio hasta Sangüesa. Una vez solos, lo primero que hacemos los tres peregrinos es sellar nuestra credencial en el albergue de peregrinos de Artieda, que ayer estaba cerrado. Y desde lo alto del pueblo iniciamos la bajada que marca el inicio del recorrido de hoy.

A la salida del pueblo proseguimos con un suave y agradable descenso por el asfalto de la carretera hasta las proximidades del embalse de Yesa. En esta etapa recorreremos longitudinalmente una de sus riberas.

El asfalto deja paso pronto a una serie de senderos y veredas que discurren entre árboles y arbustos. Y entre ellos se intuyen, más que verse, las cercanas aguas del pantano. De vez en cuando se abre algún claro entre la vegetación en forma de bonitas praderas repletas de flores amarillas.

El pueblo fantasmagórico de Ruesta

Es casi la una de la tarde y a lo lejos vislumbramos la silueta de la fortaleza amurallada del fantasmagórico pueblo de Ruesta, primera referencia de la jornada de hoy. Solo tiene un habitante: la hospitalera del albergue de peregrinos.

Ruesta es un pueblo que fue abandonado en 1959 a causa de la construcción del embalse de Yesa, como muchos otros pueblos de la zona. Actualmente se encuentra en estado de ruina pero aquí hay una especie de atmósfera de misterio que impone.

Lo más destacable es su fortaleza, de la época de la dominación musulmana en la Península y abandonada por los árabes en el siglo X. Jugó un papel importante en la Edad Media en la defensa de la Canal de Berdún. También destacan en el pueblo los restos de la iglesia, con un pórtico del siglo XVI.


El pueblo tiene un albergue de peregrinos mantenido por una hospitalera extranjera que, a nuestra llegada, estaba almorzando con otra peregrina. Aprovechamos nuestro paso por el albergue para sellar nuestras credenciales y tomarnos unos refrescos, ya que el calor aprieta un poco y la insolación es notable. Toñín lleva manga larga pero Juanma y yo, con manga corta, nos estamos torrando los brazos.

Parece mentira: empezamos el Camino hace unos días con nieve y frío y hoy estamos aquí quejándonos del sol y del calor. Así de dura es la vida del peregrino...

Abandonamos Ruesta con un empinado descenso hacia una zona de camping y recreo. Y a partir de aquí...

Una cuesta que vale por diez


Son las dos de la tarde. El calor aprieta cada vez más. Entramos en una zona de pistas forestales que serpentean entre los pinos. El perfil de la etapa se va inclinando, inclinando e inclinando cada vez más. ¡Menuda cuesta!

Lo que parece que van a ser solo unas cuantas rampas se termina convirtiendo en una de las peores cuestas que recordamos de todo el Camino de Santiago. Creo que solo la de Roncesvalles es peor que esta. Por el camino adelantamos a tres peregrinos que, en un principio, pensábamos que eran cubanos o venezolanos y que, al final, resultaron ser canarios. Dos de ellos iban literalmente con la lengua fuera y parando cada dos por tres para tomar aliento.

A lo lejos, cada vez más abajo, vemos el embalse de Yesa. E incluso podemos apreciar en la otra orilla del embalse el monasterio de Leyre, en Navarra (imágenes de la derecha del conjunto de tres fotos de arriba).

Un descansito en Undués

Por fin, casi a las cuatro de la tarde llegamos a una pequeña explanada donde termina la maldita cuesta. Nos alejamos del embalse hasta perderlo completamente de vista. En seguida asoma la imagen del siguiente pueblo, Undués de Lerda. Pero para llegar hasta él aún hay que realizar un recorrido de media hora en forma de V: primero un fuerte descenso y luego otra subidita.

Así que pensamos que es un buen momento para comernos los bocatas frente a la vista de Undués. Nos sentamos a un lado del camino, cerca de un redil con unas ovejas que no nos pierden de vista. Al cabo de un rato, mientras comíamos, nos adelantan los peregrinos canarios y, al cabo de otro rato más grande, podemos divisar desde donde estamos como esos peregrinos llegan a Undués.

La comida fue muy distendida y nos echamos unas risas comentando cosas como la forma de los bocatas (el mío parecía una p...) o los castigados pies de Juanma. Por cierto, que los bocadillos eran tan grandes que nos sobró casi la mitad para... ¿mañana?

A las cuatro y diez reanudamos la marcha y, tras una fuerte bajada y otra más que penosa subida posterior, entramos en Undués veinte minutos después (vaya rima más chula que me ha salido, ¡eh!). Desde este pueblo aún quedan diez kilómetros de descenso hasta Sangüesa.

En Undués fuimos directos al albergue donde sellamos, comimos y bebimos algo, y aún hubo tiempo de atender una de esas imperiosas necesidades propias del peregrino. Creo que aún se acuerdan de alguno que yo me sé en ese albergue.

Undués es un pueblo coqueto con casas de piedra donde destaca su iglesia del siglo XVI. Durante la media hora de atención de necesidades de que hablaba antes hubo un par de peregrinos que tuvieron tiempo de apreciar las bondades del pueblo.


Fin de etapa en Sangüesa

Pasadas las cinco de la tarde reanudamos el camino hacia Sangüesa. La primera parte de este último tramo es de brusco descenso hasta unas amplias zonas agrícolas. A lo lejos hemos podido contemplar el castillo de Javier, por donde pasaríamos si ayer hubiésemos tomado la ruta alternativa que iba por la orilla opuesta del embalse de Yesa.

El terreno se allana y discurre por pistas de concentración agrícola. Casi sin darnos cuenta cruzamos el límite autonómico y entramos en la Comunidad Foral de Navarra.


Una amplia pista de concentración nos introduce en Sangüesa adonde llegamos, con más pena que gloria, a las siete y pico de la tarde. Lo primero que hacemos Juanma y yo es dirigirnos a una farmacia para comprar crema de protección solar y loción hidratante para la piel. Llevamos los brazos hechos polvo por el sol.

Laura nos esperaba con el peque en una calle céntrica. Antes de ir al hotel aún dedicamos casi una hora a pasear por este bonito y animado pueblo que está plagado de monumentos. Sobre todos ellos destaca la iglesia románica de Santa María la Real con una espectacular representación del Juicio Final en el retablo de piedra de su portada. Aquí pusimos el cuarto sello de la jornada.

A las ocho de la tarde nos recogemos y regresamos a nuestro hotel para concedernos un mínimo descanso. Nuestras habitaciones están en un segundo piso sin ascensor. En las habitaciones hay un molestísimo escalón interior que ya ha provocado más de un tropezón y las consiguientes carcajadas. Y es que ya no estamos para muchos trotes.

Una vez duchados y, en el caso de Juanma y mío, untados de crema hidratante en los brazos, salimos a cenar. Finalmente elegimos la misma cafetería de ayer, donde se come verdaderamente bien. Nos la recomendó el dueño de nuestro hotel. Los postres, buenísimos. Y los pelotazos de después —hoy mejor ganados que nunca— suculentos.

Al salir ya es de noche, está lloviendo y José A. está obsesionado con ver la Luna, motivo por el que se nos escapó más de una vez correteando por la calle. Hay que ver el trabajo que le da continuamente a sus papás y, muy especialmente a Laura, que lleva todo este viaje pendiente de él. Creo que va a acabar aburridísima (si no lo está ya) de este Camino, con tantas y tantas horas de espera en los lugares de destino... Se merece un 10...

Regresamos al hotel más tarde que otras veces, a las once y media de la noche. A descansar, que nos lo hemos ganado. No os he hablado mucho en este Camino de Serrucho Man, aquí a mi lado, pero es que este año parece que se ha moderado un poco con su instrumento. Espero que hoy no dé guerra...





Mañana 30 kilómetros hasta Monreal

Pues hasta aquí el relato de la jornada de hoy. Mañana, penúltima etapa hasta el pueblo navarro de Monreal, con 30 km y muchos pueblecitos intermedios. A ver cómo se nos da el día porque hay un tramo confuso que parece no estar muy bien señalizado. Y aunque no podemos quejarnos con los alojamientos que estamos teniendo este año, el de mañana promete especialmente ya que se trata de una casa rural que tiene muy buena pinta. A ver en qué condiciones llegamos. Mañana os lo cuento. ¡Buen Camino!

Videomontaje fotográfico de la etapa
(música de Popol Vuh "BSO Nosferatu — On the way")